El fútbol no es solo cuestión de fuerza, habilidad o inteligencia. Quien ha visto jugadores como Juan Marcelo Risso, un habitante de Gonnet, nacido en 1973, surgido de Villa San Carlos y consagrado alguna vez en Barracas Central, sabrá que el fútbol es antes que nada espiritual. Recuerdo una del “Pincha” Risso (ni hace falta explicar por qué le seguimos diciendo así). Pero en 1993 yo lo vi campeón de la “D” y resulta que 5 fechas antes de la definición su papá le consiguió una prueba con Flores y Verón. Era su último tren, para quedar en Cuarta. “Estuve cinco días seguidos probándome, anduve muy bien y La Bruja le dijo a mi viejo ‘mirá que el pibe queda en Cuarta’. Pero yo estaba en una encrucijada a mis 20 años… Tenía el corazón pincharrata también loco por La Villa y le pedí que me esperen las 5 fechas que faltaban. La Bruja se rió porque yo le dije que me esperen y le dijo a mi viejo ‘dejá que el pibe termine y siga su gloria’”. Risso fue campeón de la D pero no siguió nunca más en ELP.
Defender una camiseta, integrar un plantel, jugársela por lo que manda el corazón, es algo que escapa a la razón. Y ese Risso, buen amigo Pincha, realmente siguió su gloria en San Carlos, en Berazategui, en Excursionistas y en Barracas Central (en todos salió campeón). Y por esas cosas, tuvo de presidente a Claudio Tapia, el actual de la AFA. “El Chiqui me regaló el primer par de botines Adidas, me saqué por fin los Puma que pesaban como borsegos y en el 2003 ganamos la Primera C y Barracas subió a la B por primera vez”, dice el Pincha Risso, obrero del fútbol, de viajes en el tren Roca, de La Plata a Constitución.

Barracas campeón de la “C” en 2003. El 5 es Juan Risso, “El Pincha”, y con la 19 el presidente de festejo, el popular Claudio Tapia, “El Chiqui”

Antes de empezar Estudiantes-Barracas me choqué en abrazos de camionero y sin barbijo a otros Pinchas, buenos amigos, los de Acá Hay una Escuela, “Marley”, Santi Nosetto, Oscar Rómulo, y con La Voz del Estadio, Gabriel Pregal, el que una vez bauticé “Guapo” cuando lo vi de “6” en la Liga, transpirando amor por Everton. “Guapo” es un apodo de Barracas aparte del “Camionero”. Es justamente con su “Aaaatencióooon”, que avisa al público las formaciones y las visitas especiales, como el grupo que pisa el césped, aquellos chicos de la categoría 1971: Miguel Barbat, Cristian Rodríguez (El Ruso de Berisso), Gabriel Feito, Diego Cacciavigliano, Javier Archimaut, Gerardo Salvioli, Horacio Gorosito, Daniel Aragonesi, Pablo De Santis, Mauricio Barrios, Gabriel Bordón, Rodrigo Anaya, y además están Evangelina y Lucía, la hija y la nieta del “Bocha” Flores (quien los entrenó). Los aplaudo como todo el estadio, desde el Palco Vip, demasiado alto para mi miopía. Queda claro que el fútbol está hecho de grupos humanos, porque de todos ellos no hubo jugadores encumbrados y solo De Santis jugó en primera, la Copa Centenario de 1993.

La ’71, aquel grupo, con la camiseta 10 que representa el agradecimiento a Eduardo “Bocha” Flores, el entrenador que más los dirigió

Cartel electrónico anuncia los 11 de hoy, necesitados, con cierta correntada de críticas. Solo ellos saben lo que pasa por dentro. Busco una madura respuesta a lo que debe estar pasando, pero no la voy a encontrar, porque el fútbol es tan volátil como el espíritu. Sentate, me digo, pero otro viejo amigo que viene al encuentro, Carlos Bottegal, aquel de CRIBA y que vivió dos décadas como coordinador del fútbol infantil de Estudiantes. Hacía tiempo no venía, pero hay una invitación especial y es del 10 debutante, Rollheiser. Me presenta a dos caballeros de mirada limpita, en apariencias serenos, “que tal, Diego Rollheiser” (papá de Benja), “mucho gusto, Carlos Espinoza” (representante del crack venido de River). La historieta tiene prólogo en 2009, un torneo que el Pincha juega en Coronel Suárez, el pueblito de Benja. “Lo fuimos trayendo de a poquito, con 10 años, se quedaba en mi casa, en la de Espinoza o la de un compañero”, dice Bottegal. Después se produce un récord en el torneo Federal A, con 14 años, en el club de su ciudad, Deportivo Suárez ante Santamarina de Tandil. Volvió a Estudiantes con 16 años y después se quedó un poco y lo probó River.

Diego Rohlleiser, Carlos Espinoza, Fernanda y Carlos Bottegal. Sus gestos preanunciaban una noche de fútbol “redonda”, como dijo Zielinki

La pelota anda de paseo por el arco del Albert Thomas, en pleno receso por vacaciones de invierno, los pibes del Pincha (con el portero veterano de Andújar) son pura actitud y buscan por todo el frente de ataque. Los chicos necesitan aprobar, calificar con triunfo tras racha negativa. Profesionales que darán el plus, el otro partido que nace en las venas, en algo superior a las fichas tácticas del DT, a los videos analizados y al mismo salario. Abajo del arco aparece un “Loco” Leandro Díaz para poner el 1 a 0. “Mi plus era jugar con el corazón, cuando se quedaban todos sin pierna y sin aire” se emociona Risso, el Pincha del tablón que jugó hace 20 años en este Barracas cuando andaba en la cuarta y la tercera categoría de la AFA.

Benjamín Rohlleisser, piernas fuertes y alma sedienta de gloria para Estudiantes. La gente lo votó figura en su primer cotejo de titular

Recuerdo lo complicada que era la cancha de Barracas, a la que tanto visitaron Cambaceres y San Carlos. Me pasé de largo con el 59 y terminé en la Villa 21. De ahí salen buenos boxeadores, que van a Huracán. “Ahora también hay buen boxeo en San Lorenzo”, me dice el Profe de boxeo pincha Rocky Bustos, buen amigo, que prepara a sus pupilos para una exhibición.
El gol de Barracas es como un golpe a la pera y puede desestabilizar al Pincha. Las fuerzas del grupo a prueba. Entretiempo. La gente no está nerviosa ni nada por el estilo. Ahora me encuentro con Ernesto “Tito” Marracino (ex DT de infantiles albirrojo y de Ateneo Popular), con sus hijos y un amigo, Martín García, que se lamentaba: “siempre me quejo de los que gritan el gol antes, pero esta vez fui yo el que gritó con el cabezazo de Díaz, la sacó muy bien el arquero, era el 2-1”.

Emiliano, Ernesto, Martín, Adrián y Tito Marracino, en el entretiempo, con el partido 1 a 1. Confiaban en el triunfo.

“Dejá que la vida te sorprenda”, me dijo una terapeuta espiritual una vez. Vaya si me sorprenderá más, cuando se reanudó el partido, viendo llorar a ese trío que me acompañaba allá en una punta del “Jorge L. Hirschi”. Benjamín Rollheiser, con sangre de bisabuelos llegados de la Rusia (alemanes étnicos que vivían en la zona del río Volga) sacó un remate como a él le gusta, impactando desde “afuera”. Se enloqueció en el festejo tanto el autor del gol (hablándole a la cámara baja de TV como Maradona después del gol a Grecia en USA ‘94), como el padre, que recibí los abrazos y al final un puñito amistoso de quien suscribe. “Enganchar de la derecha para la izquierda y paralelo al área… patear, ya hizo varios de esos”… “Para nosotros Estudiantes es familia… Cuesta muchísimo llegar a Primera… Hoy te acordás de muchísimas cosas y por eso lo trajimos a don Carlos Bottegal, nos acordamos de donde arrancamos…” Frases sueltas de un hombre que recién se jubiló de la industria del calzado.

Terraza de 115. El dueño de la felicidad es Diego Rohlleiser, y van a su encuentro los Carlos, Bottegal y Espinoza.

Estudiantes pasó a ganar en el minuto 53 y de ahí en más se asentó. La mirada de ese director en vigencia de la escuela, Ricardo Zielinski, imponía respeto por el juego. “Noche redonda” dijo el DT, recuperado del Covid hace unos días. Estoy terminando de leer el libro de “Yeye” Isard que condensa la gesta americana y continental de la década del 60. Un párrafo de Zubeldía en la derrota en Brasil, revancha de la final de la Libertadores que terminaría ganando. “No quiero ver caras largas, el partido ya terminó y perdimos una batalla pero no la guerra”, los arengó en el vestuario del estadio Pacaembú. A Estudiantes lo agrandan las difíciles. El mundo dejó de ser paciente. Y el que se fue ayer es Alfredo Berti, la “Bruja”, que después de dirigir 21 partidos a los porteños (G 9, E 4, P 8; afectividad 53%) dio un paso al costado.Hay que ser Jesús para andar hoy en equilibrio. “Se acercan tiempos difíciles. Amar es urgente”, me canta por el día del amigo “El Pájaro” Vaglica, otro pincha, ex jugador amateur, recordando en la letra “lo visionario” de Los Abuelos de la Nada.

Berti dio un paso al costado. “Un escudo para el club del que me encariñé”, dijo en conferencia. Le da lugar a un colega. ¿Quién será?

Claro, al fútbol le falta misericordia, no se trata solo de la racha de resultados, sino de los procesos que los atraen. Pero, ¿Quién espera? ¿Quién banca? El fútbol arranca en las divisiones menores, como aquel ex coordinador que viajó a un torneo a Coronel Suárez y tomó nota del niño Rohlleiser…. Difícil el apellido, pero la hace fácil. Otro de los tantos pequeñitos con condiciones, que se la jugaron.La Bruja JR Verón, cuando probó al Pincha Risso, también sabía que no podía esperar. “Que siga su gloria”, habría dicho la leyenda. En parte la tuvo, con 15 años de títulos en el Ascenso. “¿Quien te dice que hubiera pasado si elegía seguir en Estudiantes, pero después me quedaba en el camino”, analiza su propio pasado Risso, que parece no arrepentirse de todo lo que vino en Villa San Carlos, Berazategui, Excursionistas y Barracas Central, saliendo desde la estación Gonnet, obrero del ascenso, amigo de los vendedores ambulantes que le preguntaban desde el estribo.
-¿Y, Risso, como estuvo Barracas?
-Mirá esto, los botines que me regalaron en Barracas Central.
-¿Me los prestas?
El Pincha no quería pensar mal, pero se le cruzó por un instante que si ese “buscavidas” se bajaba lo podía dejar sin el obsequio de Tapia.
“Resulta que se lo di y se fue a mostrárselo a todos los vendedores ambulantes del tren”. Esa la vida de un jugador del Ascenso, la que había dejado la última prueba en Estudiantes por intentar la gloria personal en Villa San Carlos. La misma vida de sacrificios que hoy transitan miles en las inferiores.

2003. Risso, cuando se retiró en Villa San Carlos, en cancha de Barracas, recibiendo la distinción de honor del Chiqui Tapia, presi barraqueño

Instantes. Decisiones. La vida es eso. Como le pasó a Benja Rollheiser, que después de un bajón a los 17 se fue a River, donde el presidente Passarella le dijo a un director técnico de las juveniles: ‘De acá este chico no se va más’. Pero el pibe se volvió a Estudiantes. Y anoche, en la primera vez de titular, abrió el camino al triunfo. Esta predestinado. Algo en el aire me lo decía, antes de que el árbitro inicie el juego.
-“Qué lindo que le pegó de zurda, che”
Me acuerdo de otro crack nacido en Coronel Suarez, que lo tuvo Gimnasia allá por 1988, y le pegaba lindo desde afuera. Carlitos Odriozola, “el mismo que fue DT de mi hijo en el Deportivo de Suárez” dice el papá, con un semblante a pan fresco, a tipo de pueblo, que reventó en grito pasional tras el gol del 2 a 1. Después la frutilla del postre la puso Pablo Piatti, 3 a 1 y a esperar a Boca.
-“La 10 le queda muy bien a su hijo, señor”.
Diego Rollheiser, quien fue empleado de la industria del calzado, y se metió en el fútbol por el otro hijo, el mayor, miraba su celular y escribía, seguramente a la mamá de Benja, Fernanda, que debería estar abrazada a Santiago y a Alfonsina, a 540 kilómetros.
El más chico, el goleador, nacido en el hospital Municipal el 24 de marzo del año 2000, les dio una nochuebuena futbolera después de tanto lucharla.

Por Gabriel “Colo” López

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *