Rodrigo Abd y la cámara como registro histórico

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En el Día del Fotógrafo y la Fotógrafa, dialogamos con Rodrigo Abd, reportero gráfico argentino dos veces ganador del Premio Pulitzer. Abd cubrió la guerra entre Rusia y Ucrania, la agitación política en Bolivia durante 2003, el terremoto de Haití en 2010, los conflictos en Libia y Siria y estuvo en Afganistán en dos oportunidades registrando la imágenes que hoy se exponen en la muestra La cámara afgana en el Centro Cultural Borges.

En el Día del Fotógrafo y la Fotógrafa, dialogamos con Rodrigo Abd, reportero gráfico argentino dos veces ganador del Premio Pulitzer. Abd cubrió la guerra entre Rusia y Ucrania, la agitación política en Bolivia durante 2003, el terremoto de Haití en 2010, los conflictos en Libia y Siria y estuvo en Afganistán en dos oportunidades registrando la imágenes que hoy se exponen en la muestra La cámara afgana en el Centro Cultural Borges.

Cada 21 de septiembre se conmemora el Día del Fotógrafo y la Fotógrafa en Argentina y en otros países de Latinoamérica por la llegada del daguerrotipo a América Latina. La técnica fue creada por Louis Daguerre en Francia, en el año 1839, cuando dio comienzo al proceso por el cual se obtiene una imagen en positivo a partir de una placa de cobre recubierta de yoduro de plata. Antes de la llegada del daguerrotipo, las imágenes eran retratadas a través de la pintura. Este invento cambió la fotografía en el mundo entero.

Rodrigo Abd es un reportero gráfico que en la actualidad está exponiendo su trabajo en el Centro Cultural Borges, en la muestra fotográfica La cámara afgana, con imágenes tomadas por el con la “cámara de cajón” o cámara de madera durante dos viajes que hizo a Afganistán en diferentes épocas. La primera vez fue en 2006 cuando cubrió el conflicto bélico que atravesó ese país, y la segunda 16 años después donde registró la vida de ese pueblo tras la salida de las tropas extranjeras. “A aquella serie, Rodrigo suma ahora el paisaje de sus viajes a regiones que en 2006 estaban vedadas. La fotografía al aire libre le permite convivir con lo imperfecto: en los retratos, todo es más controlado, pero a la intemperie, las fotos salen manchadas, estropeadas, entran rayos de luz, quedan fuera de foco”, señala Ramiro Gallardo en el texto que describe la exposición.

Rodrigo Abd comenzó su carrera como fotógrafo en los periódicos La Razón y La Nación entre 1999 y 2003 y desde 2003 trabaja para la agencia de noticias Associated Press. Entre sus asignaciones en el exterior se encuentran la cobertura de la agitación política en Bolivia en 2003 y Haití en 2004 y 2022. Además documentó las elecciones presidenciales de Venezuela en 2007 y 2012, el terremoto en Haití en 2010 y ese mismo año estuvo integrado con tropas estadounidenses en Kandahar, Afganistán. También cubrió los conflictos en Libia durante 2011 y el de Siria al año siguiente, mientras que durante la pandemia realizó su cobertura por todo el territorio peruano. En 2022 registró con su cámara las primeras semanas de la guerra en Ucrania recibiendo por su labor el Premio Pulitzer, que también obtuvo en 2013 en reconocimiento a su cobertura de la guerra civil en Siria.

Con motivo de reconocer la labor fotográfica que nos permite inmortalizar momentos significativos, dialogamos con Rodrigo Abd a fin de conocer más acerca de su apasionante profesión y esta interesante muestra. Entre otras cuestiones, nos explicó cómo trabaja la tradicional cámara de madera utilizada en esta ocasión. “La cámara en realidad tiene distintas denominaciones en los países y en Argentina se llamaba la cámara minutera. Es una cámara para hacer fotos instantáneas y tiene un laboratorio interno para tener esa función de entrega directa. Tiene un laboratorio interno, tiene químicos, la fotografía es blanco y negro en general y se hace una toma con papel fotográfico adentro y y se entrega la copia a los clientes que quieren llevarse un recuerdo en el lugar que visitan. Por ejemplo en la Basílica de Luján había un grupo muy grande de fotógrafos que estaban organizados para sacarle fotos a los feligreses”, señaló Rodrigo.

Respecto de la selección de las fotos para esta muestra, el fotógrafo explicó: “Irina Dambrauskas fue la curadora, ella nunca había curado. Es una muy buena fotógrafa, muy joven. Ella fue la que eligió gran parte de las fotos, y una noche nos juntamos con el equipo a verlas y hacer algunos retoques, pero Irina fue la encargada de la selección. Y la selección tiene que ver con poder distribuir fotos en paredes muy concretas, siempre pensando en la secuencia de las imágenes, en los tamaños, todo lo que es el trabajo de curaduría”. En cuanto a las historias que se reflejan en la exposición, el reportero sostuvo: “Creo que es algo muy importante hacer foco en la cotidianidad. Estamos muy acostumbrados a ver imágenes muchas veces que se repiten como fórmulas de un lugar a otro en un conflicto a otro, y lo que no nos damos cuenta muchas veces que lo que sí perdura es la cotidianidad, es esa convivencia con el conflicto. Tal vez lo que más humaniza el conflicto, porque nos ponemos en el lugar de los ciudadanos, de la gente que tiene que sobrevivir en condiciones muy duras. Y que seguramente es lo que menos atención se le pone en los medios”.

Con relación a la elección de esta carrera riesgosa, Abd afirmó: “Yo elegí un camino de aventura, de conocer, de querer vivir en un país que no era el mío que fue Guatemala al principio. Y después se fue un poco dando. Es cierto que yo empujé para cubrir situaciones de tensión, de conflictos sociales, que generalmente derivan en situaciones extremas o de mucho peligro. No sé si fue como una concepción muy pensada, sino que se fue dando. El empezar, tal vez el atravesar ese momento histórico que fue el 2001 en Argentina me marcó, porque fue una crisis social muy grande. El 2002 me marcó mucho, yo me metí a hacer un trabajo sobre los cartoneros y los zorritas, y gracias a ese portfolio entré a AP, a la agencia Associated Press en Guatemala. Y Guatemala era un país muy duro, de posguerra, que me llevó digamos a meterme de lleno, a enamorarme también de esa historia trágica de conflicto vivo, porque era un país de posguerra que recién salía de la guerra interna. Y eso lo resolví bien porque lo trabajé mucho y entonces me empezaron a enviar a Haití, a Afganistán, a Venezuela, a México”.

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Y agregó: “Lo que sí tal vez ahora que estoy releyendo tu pregunta, creo que me parece muy interesante ver cómo la sociedades evolucionan, como las sociedades cambian, como las sociedades viven, los seres humanos, las familias viven esos momentos históricos que por ahí tienen que ver con violencia y por ahí no necesariamente. Pero en esos momentos de conflicto me parece que uno aprende mucho. A mí me gusta aprender mucho de los procesos políticos en Latinoamérica, pero también aprendí mucho con la guerra civil en Siria, un país musulmán que está en medio de una pelea geopolítica, uno aprende. Como que eso me llevó a querer cubrir situaciones extremas, o por ejemplo cómo un pueblo canta y baila y llora cuando se cumple un mes del terremoto en Puerto Príncipe. Cómo sobrevive la gente a eso, cómo se levanta. Todo eso creo que es extremadamente enriquecedor para una persona y para un periodista y para un fotógrafo”.

Sobre su última cobertura de la guerra entre Rusia y Ucrania por la que fue premiado, Adb recordó: “La experiencia en Rusia y en Ucrania, en Kiev, fue muy intensa. A mí me tocó cubrir esas semanas donde el ejército ruso estaba del otro lado del río Dniéper. Se vivía con mucha tensión, todo el mundo esperaba que Rusia fuera a hacer el último avance hacia la capital y a tomar el gobierno. Se vivía con mucha tensión, en una ciudad completamente atravesada por retenes militares, de gente, de autodefensas, de ruidos, de bombas que caían, que explotaban y que nosotros teníamos que ir a cubrir con los periodistas un poco buscando de dónde había sido el ruido de la bomba. Y posteriormente cubrir, y ver, y oler todo lo que había quedado en los frentes de batalla cuando el ejército ruso se retira. Eso fue muy dramático, las fosas comunes, la gente llorando a sus muertos, los desentierros para el reconocimiento de cadáveres, la destrucción de pueblos enteros. Muy doloroso, muy tenso, muy trágico. Y lo más trágico es que la guerra sigue ocurriendo, y sigue hoy mientras hablo con vos seguramente hay alguien muriendo bombardeado, alguien llorando los muertos de una guerra que no tiene mucha pinta de estar terminando”.

Acerca de las diferencias entre su primera y segunda visita a Afganistán, Rodrigo describió lo siguiente: “El primer Afganistán era un Afganistán donde todavía había cierto optimismo. En la guerra en Irak y en Afganistán, había un cierto optimismo a los procesos democráticos, a la ampliación de derechos a las mujeres. Había una economía que crecía, desigualmente, pero crecía. Se estaba formando un nuevo gobierno, unas nuevas Fuerzas Armadas. Había elecciones cada tanto. Pero en 2006 empezaba ya a ponerse más violento y los talibanes empezaban a tener más fuerza. Pero hasta ese momento te diría que era una historia hasta positiva. Ya para la segunda, todo se había vuelto muy dramático. En cuatro años, en el 2010, los ataque de los talibanes eran a diario en todo el país. Había provincias enteras que estaban casi dominadas por los talibanes, los ejércitos extranjeros ya se estaban queriendo ir o yéndose. Se vivía mucha tensión en las calles, mucha violencia, mucha gente mutilada. Era un país en guerra ya en el 2010, y después cada año fue poniéndose peor. Cada año fue poniéndose más dramático. Solo en cuatro años había cambiado demasiado el país. Ya se había convertido en una historia de guerra directamente, nada democrática”.

Entre sus valiosas vivencias como reportero se encuentra integrar las tropas militares mientras realizaban sus acciones bélicas. “Es interesante acompañar a las tropas y tiene una palabra en la jerga periodística que es empotramiento o embed en inglés, que es estar empotrado o metido en una unidad del ejército. Básicamente uno convive con la tropa, uno duerme donde los soldados duermen, patrulla, tiene una vida muy parecida a la que tienen los soldados nada más que uno lo hace documentándolo. Y me pareció muy interesante, porque uno entiende cómo funciona un gran ejército, una gran maquinaria de guerra, toda la complejidad que tiene y todo lo que envuelve la guerra. Todo el negocio de la guerra diría yo. Uno empieza a entender por qué ocurren las guerras en el mundo, por qué se crean, por qué se alimentan las guerras en el mundo. Porque es un enorme negocio que implica ingenieros, gente que construye cosas, transportistas, gasolina. Por ejemplo, en un lugar muy remoto del desierto afgano a dos horas de helicóptero en medio de un puesto de combate en Kandahar con 40 grados de calor nosotros comíamos una langosta con Gatorade o una manzana chilena, y a los pocos días venían las heladeras con helados, aires acondicionados, todo transportado por helicópteros, por camiones con una gran infraestructura brutal, una gran maquinaria que requiere la movilización de mucha gente”.

En referencia a la mirada detallista del fotógrafo, Rodrigo reconoce: “El reportero gráfico está atento a eso, está todo el tiempo buscando una imagen que pueda sintetizar un momento. Se dedica a eso, su atención está puesta en los detalles, en los momentos, en las luces, en los contraluces. Por eso yo digo que no importa que haya dos millones, mil millones, doce mil millones, cien mil millones de celulares y de gente que ciertamente tiene una cultura de la imagen que antes no había. No existían los dispositivos que existen ahora, las cámaras en alta definición, los videos, pero la cámara no hace al fotógrafo y esto que me preguntás requiere esta búsqueda de la imagen que pueda sensibilizar a alguien, que pueda emocionar, que pueda contar una historia. Es un trabajo de mucho tiempo, de mucha atención, de estar mirando, buscando, esperando. Eso es lo que hace un reportero gráfico. Por eso logra esas imágenes que uno se sorprende. Pero detrás de esa sorpresa hay horas y horas y muchas vidas de reporteros gráficos que dejaron su sangre y su tiempo para contarnos lo que pasa. Y por suerte, siempre desde una mirada muy particular, desde alguien que puso su cabeza, todo su conocimiento y estudió sobre el tema para poder resumirnos con fotos lo que nos interesa y conmueve”.

Al pedirle una definición de su profesión, Abd respondió: “No sé si tiene una definición, pero creo que es alguien que puede con imágenes interpretar lo que está pasando y puede contarnos de una manera que nos emocione, que nos haga entender algo, que nos muestre un punto de vista distinto al que nosotros esperamos, que nos sorprenda. Creo que es importante su labor también para tener documentos históricos más allá de la calidad de la fotografía. Creo que el trabajo del reportero gráfico también es un trabajo de documentación histórica sobre las sociedades y los procesos sociales, para que tengan ese testimonio las nuevas generaciones. Y que a través de las imágenes, puedan entender qué es lo que nos pasaba en los momentos donde los reporteros estaban trabajando. Eso creo que también es muy importante, el registro histórico”*. Por último añadió: *”Me gustaría invitar a todos y todas a que puedan darse una vuelta por el Centro Cultural Borges, ver la muestra, poder disfrutar de ese trabajo que tanto me atrapa a mí desde la cámara y desde el país que es Afganistán. Y ojalá que puedan aprender algo que no sabían sobre esa historia y ese territorio”.

La cámara afgana se puede visitar en forma gratuita hasta el mes de marzo de 2024 de miércoles a domingos de 14 a 20 h en la Sala Fotogalería del 1° piso del Centro Cultural Borges, en Viamonte 525, CABA.

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