En Tucumán, un torneo entre pinchas que se gozó como un Mundial
Por Gabriel López
Twitter: @cololopez74
En el norte argentino anduvo un campeón mundial de clubes. Un hombre común, ex futbolista, esos “players” que cada día se codician más en el fútbol profesional. En este caso, uno que estará eternamente reconocido en la historia por ser uno de esa veintena que grabó el nombre de Estudiantes de La Plata en el metal de las copas internacionales. Un campeón que vive con sencillez, padre de cuatro hijos, y que llegará a completar ochenta almanques el próximo 9 de diciembre. Ese mismo ídolo fue a Tucumán y la pasó bien en un torneo amateur, atípico, porque jugaban todos equipos Estudiantes. El “9” que pidió el técnico Zubeldía. “El buscapié de las fugas chisporroteantes buscando los caminos más despejados para llegar al corazón del área”, como lo describió el periodista que más mundiales cubrió. Ese mismo que se llama Marcos Norberto Conigliaro, ya sin tanta fama como hace cincuenta años, pero siempre en el pedestal que los clubes le dan a los grandes. El fue el invitado del Club Estudiantes de La Plata para representar a la institución durante el “Primer Encuentro de clubes Estudiantes pertenecientes a comunidades originarias”.
Los que compitieron en este singular torneo vivieron su propia Copa del Mundo, un precioso premio que hizo un artesano tucumano con madera de cactus. Todo pasó y quedó en el corazón de no muchos, pero que ha calado hondo entre todos los pincharratas.
La llegada de las delegaciones, el pasado sábado, fue en horas de la mañana. Amaicha del Valle amaneció distinta bajo su habitual cielo soleado. Pero no faltó el suspenso, el problema argentino de cada día. Costó. Porque la ruta estaba tomada por una protesta del sector salud, en Salta. Y porque un problema en un micro llevó a que dos equipos que “bajaban” desde Jujuy llegaran con retraso. “Se organizaron entre ellos y al final llegaron en combi hasta Tucumán”, contó el doctor Luis Alvares Gelvez, el representante de la Comisión Directiva que con la camiseta puesta y todos los días del año está como un padre atendiendo las requisitorias de los socios en cada Filial de Estudiantes de La Plata.
Al mediodía del sábado, antes de sacar del medio, hubo una ceremonia a la Pachamama, que fue como “pedirle la autorización” a la madre tierra para que el evento esté en orden. Durante la tarde, los encuentros fueron parejos y surgieron los clasificados para las finales del domingo.
Los entusiastas, todos con raíces en familias de pueblos originarios, funcionan institucionalmente con el nombre madre que rinde honor al club de La Plata. Cada uno tiene el reconocimiento oficial.
Estudiantes de Los Zazos, de Amaicha del Valle, Tucumán, otro club que lleva el nombre en homenaje a la institución platense. La inspiración empezó en noviembre de 1967.
Estudiantes de Corral Quemado, en Catamarca, nació en 1968 gracias a un grupo de vecinos que se conmovieron con la seguidilla de títulos que lograba el primer equipo de los considerados chicos por la prensa. Hoy compiten en la Liga del Departamento de Belén.
Estudiantes de Tilcara, fundado en 2009 por “Ricky” Tapia. Una Filial que lleva el nombre de Jonathan Schunke y compite en torneos oficiales de aquella ciudad de Jujuy.
Estudiantes de Abra Pampa, a casi 3.500 metros sobre el nivel del mar, con escasa conectividad a internet pero toda la pasión del mundo, en la Nochebuena de 2004 se fundó esta entidad con ADN pincha por la iniciativa del hincha Nehuen Balderrama.
Estudiantes de Tumbaya nació en 2019 cuando pasó a saludar por el lugar Juan Sebastián Verón. La característica del lugar tiene características bilardistas y ciertamente cabuleras. Es que allí está la Virgen que fue a visitar Bilardo cuando la Selección Argentina concentraba en Tilcara previo a ganar la Copa de México ’86. Es muy difícil acceder a Tumbaya, solo se lo puede hacer por la localidad de Tres Pozos, que está a tres horas de la Ruta 9.
Solucionados los problemas en el arribo (la ruta tomada en Salta por el gremio de la salud), llegaron los jugadores, las jugadoras y varios acompañantes, hospedándose en carpas, cabañas —las pocas que había— y algunas casas de familia. Amaicha con temperatura benevolente, y con el calor de los nativos, como uno que todos llaman “El Tecla Farías”, un señor que dijo estar desde la fundación del Estudiantes local. También dijo presente el Club Ecos Puneños, de Santuario Tres Pozos, cuyo equipo viste en su liga de origen la camiseta albirroja. Otro cuadro invitado llegó de Ampimpa, localidad vecina.
Todos los equipos lucieron juegos de camisetas con diseños diferentes, pero todas estudiantiles: la gris, la blanca con la rayita, y la tradicional. Y las banderas le dieron otro matiz único a la cancha pueblerina.
Miguel Flores, cacique y autoridad indígena, dio la bienvenida al doctor Alvarez Gelves. Un caudal de emoción se concentró en el círculo central. También se hizo un lugar en su agenda el delegado comunal de Amaicha, Paul Caillou.
Un cantante lugareño entonó las estrofas del Himno Nacional, que fue interpretado en la lengua quechua. Estaban ya todos, y por supuesto la Copa, una hermosura diseñada por un arista local en madera de cactus. La dejaron sobre una mesa ataviada por el rojo de Estudiantes y el multicolor que caracteriza a los pueblos originarios. Al mediodía fue la ceremonia inaugural, con un ritual que honra a la Pachamama. Antes de que rodara el balón ya cocinaban un locro.
Y volvió a verse al Conigliaro saludando en una cancha, sin túnel y sin plateas. El legendario crack de los grandes cabezazos iba a paso cansino hacia la mitad de la cancha, con la roja y blanca puesta y con el eco de los aplausos que se perdían en el silencio de los cerros. “Una caricia al alma”, pronunció. “Que Estudiantes tenga a uno presente para compartir momentos de alegría…” Habla pausado, como ahorrando energía, tal como hacía aquel equipo de don Osvaldo cuando regulaba el ritmo de juego. Y les explica a los chicos de la escuelita de Estudiantes de Los Zazos.
“La pelota es una herramienta de trabajo, le dedicamos el tiempo de un trabajo, porque esta es una profesión. Y no es pegarle a una pelota sino aprender que se quiere hacer con ella. Aunque el futbol no es muy difícil; es fácil cuando se lo hace fácil”, saca una definición como aquellas que liquidaban arqueros. Conigliaro habla como director técnico, porque es la profesión que siguió cuando terminó de jugar en 1976. Actualmente, aquel ídolo del gol a Manchester United en la final de ida de 1968 jugada en La Bombonera (y también le hizo allí uno al Milan) es director de la escuela ATFA de la filial San Jorge, en la provincia de Santa Fe, lugar donde se radicó en 1996.
El sábado se hizo de noche y al grito de “vamos León” y otras canciones de la cancha, hubo encuentro de camaradería y gran “pizzeada” en la sede del Estudiantes de Amaicha del Valle.
El domingo fueron las finales, Estudiantes de Corral Quemado fue el ganador del torneo masculino. Y el equipo de mujeres tuvo un ganador que no fue Estudiantes, sino las invitadas. La fiesta fue para todos cuando se confirmó que en 2023 el Segundo Encuentro será en Tilcara.
Hasta el día del regreso fueron seis días de placer, de pasión del fútbol como el amateurismo lo puede ofrecer. Dejaron varios bolsones que entregó el Ministerio de Deportes de la Nación, con elementos deportivos para cada uno de los clubes, y otras donaciones del Ministerio de Desarrollo Social para las familias.
El discípulo del inolvidable Zubeldía recibió el reconocimiento de la gente. De hecho, hubo un momento en que Conigliaro y Alvarez Gelves se corrieron unos 80 kilómetros, hasta Cafayate, donde los esperaba un fanático, bodeguero, “Palo” Domingo (de la Bodega Domingo Hermanos). Al volver, pasaron por la ciudad sagrada de los indios Kilmes, en Tucumán, desde donde los corrieron para instalarse en la población bonaerense donde precisamente nació Conigliaro, Quilmes, provincia de Buenos Aires.
Un corazón de león tiene Marcos a poco de festejar ocho década, con el físico más encorvado porque los años están destinados a hacerlos, a jugarnos una especie de offside donde algunos parecen caer melancólicos. No es su caso. “Hay que estar en movimiento, muchacho”. Saludable, sonríe, firma un autógrafo más y hace el gesto de Ok en una foto. “Todo en la vida es proponerse querer llegar a algo”, escucha un joven, uno de los tantos con descendencia de los pueblos originarios. Pronto, el avión salía de San Miguel de Tucumán, uno de esos que al mismo Conigliaro lo trajo de Inglaterra con la Copa Intercontinental.