¡Todavía cantamos…!
Fue una desahogo, muestra del estilo aguerrido que prevalece, una tarde noche victoriosa que esperó y construyó la gente.
“El pasa a verla a las seis…” alcancé a escuchar un cuarteto después de los sorrentinos, y previo a los “tallarines” de Córdoba, la provincia que tiene expectante el clásico de Belgrano e Instituto (se enfrentan el viernes, primero y segundo en el tramo definitorio de la B Nacional) y que tuvo sus días de locura porque Talleres dio lucha hasta Cuartos de la Copa Libertadores. Igual que Estudiantes, que sabe que el equipo del interior iba a ser duro, como en verdad siempre lo fueron desde que en la AFA llegaron en el ’67 los torneos Nacionales y traían a cuatro clasificados del fútbol chacarero, los Regionales. Se pensaba entonces que esos rivales tenían algo de principiantes, pero esos hermanos chacareros dieron sustos, como el primero que llegó a la leonera de La Plata, Central Córdoba de Santiago del Estero, que se fue con un decoroso 1-2 ante el bravo equipo de Zubeldía.
Desde el interior pero de los corazones se pudo ver ayer el juego entre dos que podían haber estado en semifinales de la Copa, pero que terminaron poniendo vergüenza deportiva, “asando” un partido chivo, con el carbón que quedó encendido desde el miércoles (Talleres perdió con Vélez) y el jueves (El Pincha no pudo con Paranaense y con fallos discutidos que sellaron su suerte).
Jugaron ayer jugadores e hinchas que se ven más fuertes cuando los resultados duelen; un grupo de catamarqueños recorrieron en auto 1.200 kilómetros, levantando las banderas de la Filial, a la que cabe una fecha original de fundación: día 11 del mes 11, luego de la visita a aquella provincia de las dos “Brujas” y de Luis Alvarez Gelves (el doctor que coordina las filiales). Tras un fogón de historias compartidas en el Country entraron a UNO Matías y Gustavo Velazquez, José y Pablo Leiva, Victor y Marcelo Caceres, Axel Vega y Mario Aliaga, “apoyando el gran proyecto educativo y social de nuestro club que en cada rincón del país es una familia”, dice Matías, que e una bandera hecha con serigrafía se dio el gran gusto que el rostro de su abuelo saliera perfecto, aquel hombre que puso el gen del amor a Estudiantes cuando, sin haber conocido La Plata, recitaba en una casa de boquenses los goles del “Payo” Pellegrina, escuchando la radio, mucho antes del equipo que empezaría a ganar títulos.
Hablando de visitantes, la fecha 13 se iba sin equipos triunfantes en dicha condición. La cancha estaba en constante tensión por esa alegría que quedó velada en la noche continental, en ese mismo verde, y con un marco de público que otra vez está “de bote a bote”, salvo algunas partes de la platea de 55 (hacia un costado), como señal del fin de semana largo.
Talleres complica en el primer tiempo y se jura recuperar el terreno perdido en el campeonato, pero Garro (apellido que lleva a recordar al intendente platense) tira alto y afuera en posición de gol. José, uno de los catamarqueños, está optimista y no repara en las fuerzas del rival cambiando de tema: “Mi abuelo vino a trabajar al Puerto La Plata y se enamoró de esta camiseta y así es que en casa somos hoy todos de Estudiantes”, se enorgullece. Aquella provincia tiene varios leones sueltos en Andalgalá, Belén, Corral Quemado, Tinogasta y Capital, aunándose gracias a la conformación de la Filial.
Como la leona, que se seca dando de mamar a sus cachorros, así anda Anunciada Sparvieri, mi madre, presente en el Estadio, enloquecida por los bombos y el aliento incesante de los muchachos de atrás del arco de 57. El equipo de Zielinski es metedor como mi vieja cuando salía a traer el pan, vendedora publicitaria puerta a puerta, que no paraba hasta tener el aviso comercial. Así fue que se propuso el Pincha ayer conseguir lo que quería, aunque para ello habría que transpirar la gota gorda adentro del campo, en un invierno reconvertido en primavera.
Hay un aura que recorre el lugar, “duendes que salen a volar” como decía Roberto Marelli, el médico y asesor espiritual de los tricampeones de América y dueños de la gloria en Inglaterra. Lo presiento en las caras de Marcelo De Luca y del profesor Sebastián Turner, enganchados en un diálogo permanente, esperanzador, mientras la “T” mete sangre, hueso, uña y pesuña.
Zielinski pone a dos pibes de los 2000, Rollheiser y Zapiola, dos pueblerinos hechos en la escuela del Country. Y también vio que con Heredia en cancha puede encontrarse el “escape a la victoria”, como aquella película donde participa Ardiles. Ese Heredia hace 3 años exactamente (16/8/2019), el “Ruso” lo llevó a Tucumán, después de verlo jugar en Colón, aunque arrancó su carrera en Almirante Brown.
El futuro es el pasado que vuelve por otra puerta. El 0 a 0 está como un “Durax”, irrompible como aquellos platos donde mi madre me sirvió tantas veces la comida. Y mi madre, que está viendo un partido por primera vez en su vida, empieza a hacer control mental, cerrando los ojos por unos minutos, “veo el arco y la pelota adentro”, grita, absolutamente compenetrada, y extasiada como los de la hinchada. “¡Cómo puede ser que griten tanto y no ganemos!”. Otros seres queridos están empujando a su manera, desde otros sectores del estadio, al borde del campo, modo DT, con su abono en “Experiencia Fútbol”, Fabián Bazán,ex delegado de fútbol infantil en Talleres del Provincial, de Los Hornos.
La Filial hace ollas populares, fiestas del día del niño, donaciones de abrigo, útiles y libros (puede verlo en sus páginas de Facebook o Instagram, Filial Catamarca Club Estudiantes de La Plata).
Se está haciendo más grande el nombre gracias a la fusión de la entidad madre y todas las sucursales familiares. Así ha sucedido en el pasado cuando hubo gente (no tantos como hoy día) del interior profundo que nutría con su savia al fútbol grande, muchachos que apuntaban a lo crack y se recomendaban venir a la prueba y si quedaban se buscaba una casa de pensión, piberío sano del fondo de la pampa, de los valles, de las sierras y la montaña…
Ataque albirrojo, minuto 94, la pelota se estira como un bandoneón, de 1 hacia 115, Heredia mete “tijera” y corta la mala racha frente al arco. Terminará en los próximos instantes una noche larga, 1 a 0, con adrenalina y locura desatada por largos minutos en que la “o” se estiraba en las bocas de todos como cantantes de ópera.
Habían pasado cuatro partidos sin goles, todos empates 0 a 0 (dos por torneo de Liga y dos por el de Conmebol) hasta que el grito salió con potencia. “Desde el partido contra Boca no metíamos un gol”, enfatiza María Alejandra Carbonari, otra madre futbolera, que me cuenta al paso un orgullo que se grabará entre los recuerdos histórico: “¿Sabes que mi hijo fue el que propuso que el estadio se llame UNO? Al ver mi cara, prosiguió con la explicación: “porque cuando se debatía el tema, el de Tierra de Campeones quedaba muy largo”.
En UNO hay una racha interesante de Zielinski, que saca puntos y hace culto de la fortaleza de local que tuvo este escenario.
Salida hacia la avenida, un ritual de vendedores choripanes y gente que frena porque el estómago ya no aguantaba. Con modales de cancha, un puestero le “alcanza” el pote de mayonesa a otro colega que estaba necesitando aderezo para un cliente enfundado en rojo y blanco. Abrazo a mi madre caminando en dirección al hospital donde me parió hace 47 años, y le indico que aquel señor es Carlos Pachamé, el guerrero de 1968, cuando ella salió a celebrar siendo jovencita. El “Pacha” participa en ronda de hinchas de otra costumbre, el comentario post partido, junto al grupo de la Filial Catamarca. Así termina la película.
El lunes feriado comenzó el viaje de regreso de los que trajeron varias banderas y en las mentes de todos se proyecta la definición certera del joven Heredia, delantero que viste la “4” (tan raro como los 22 grados de agosto) y empalmó la globa con la pata zurda y con el alma. En el google veo que es oriundo de Lomas del Mirador, localidad bonaerense que está a unos 20 kilómetros de Paso del Rey, la cuna de otro Heredia, el famoso cantante Víctor Heredia, que con guitarra y poesía me ayuda a describir el sentimiento que invade a la familia de Estudiantes.
Todavía cantamos, todavía pedimos
Todavía soñamos, todavía esperamos
A pesar de los golpes…
Por Gabriel “Colo” López