No fue empate por un Chiqui…
Por Gabriel Alejandro López
El Lobo se presentó ahí donde nació, se crió y se hizo dirigente deportivo Claudio Tapia, “El Chiqui”, presidente de la AFA, que en idéntico horario del partido asistía a la ceremonia “FIFA The Best” que premió a dos futbolistas, al técnico y a un hincha (la dirigencia debe estar lejos de eso, según pasan las cosas).
Lo cierto es que le tocó a Gimnasia formar parte de las sospechosas jugadas que benefician al “caballo del comisario”, al que en vida tiene un Estadio con su nombre y méritos en el club no le deben faltar.
Once contra once, y todo en regla, verdaderamente el dueño de casa se mostró más seguro y dejó varios avisos previos al gol. Franco Sepulveda (talentoso que ha jugado mucho torneo del interior (Federal A en clubes de Río Negro, Córdoba y San Luis) fue un punto difícil de neutralizar, que conectaba con Ricardo Centurión, quien perdonó a Durso, a once metros del arquero… una suerte de penal en movimiento que salió por arriba.
A la siguiente, tiro de esquina, pelota que con el pecho “mató” Carlos Arce, sacando un estiletazo al fondo del arco: 18 minutos.
A los 26 parecía caerse toda la estantería, 2 a 0 y el “Camionero” que lo grita y la TV que pone la placa. Se ve que Puig “acomodó” el esférico como lo haría un gato con rapidez. Lamolina tuvo que interpretar si colaboró esa mano para su posterior remate al gol. Pide VER. Bien anulado.
El césped del predio está hermoso, y repleto de papelitos que con trompetas y redoblantes. Gimnasia parece estar bailando. “Estos pibes no dan el brazo a torcer”, soñaba en el aire de Nuevos Aires (FM ubicada en la zona de El Mondongo), rescataban el esfuerzo de Sosa y Napolitano, dos creativos que colaboraban en la marca.
Pensar que hace 15 años, a este Club de la Capital fui con dos o tres periodistas cuando cubría Primera C, con Villa San Carlos. Me recuerda Daniel, un hincha que sacó el libro de toda la historia de los berissenses en AFA: cancha de Barracas, triunfo Celeste 1 a 0 con gol de Matías Sánchez. ¿¡Mirá quién era el Uno barraqueño!? Víctor Volpe (a los 40 años sigue atajando en Pehuajó); y el capitán de la Villa era Lea Martini (hoy DT, ex de Gimnasia en dupla con Messera), aunque lo emotivo fue ver el adiós al fútbol de un guapo de los buenos, Juan Marcelo Risso, que recibió regalos de las dos instituciones. Ese día “El Chiqui”, caporale del club, entró al campo de juego para sumarse al agradecimiento para el jugador nacido en Gonnet. En ese tiempo le decíamos “La Quema” a lo que hoy es una cancha con mayor capacidad.
Segundo acto. El fuego de Barracas en el primer tiempo cambió, duró menos que la luz de un fósforo, cuando el DT Romero demostró su personalidad, su estilo como técnico, realizando los cambios, cuatro juntos, en el mismo minuto 10: adentro Ivo Mamini, Benjamín Domínguez, Tarragona y Comba. Recibió críticas del comentarista de la transmisión. “Parece raro cambiar todo el ataque en medio del partido… es demasiado abrupto”. Diez minutos después, Chirola agotó stock y metió el quinto: entró Muro. Un efecto sorpresa, como en el básquet, de hecho, ya había un quinteto de refresco y cambiará el trámite del partido.
Desábato, en el arco, sacó una y otra vez pelotazos de distintos ángulos: dos claras de Tarragona, y otro par de Comba.
Y sus compañeros empezaron a golpear. A Comba lo talaron como a un árbol (primero Sepúlveda y después Dattola).
En el minuto 39 un sediento Domínguez encaró como sabe —cortita y al pie—, ganó la posición ante su estampilla de turno (puede que se haya dando maña con un brazo, en un gesto espontáneo, casi natural), le cedió la bola a Tarragona, quien con gran repentización la clavó en un ángulo superior, cruzado, como los señores goleadores.
¿Llegó la ley de la compensación? Pidieron el video arbitral, mientras los plateístas alucinaban: “Lamolina, ¡fue igual a la mano que nos cobraste a nosotros!”. Lo cierto es que en la misma jugada, pero en una instancia anterior el defensor local Peinipil también tocó el balón sin intención, con una mano. El VAR anuló el festejo feliz de los visitantes. Se desconocen que la regla del fútbol cambió, y los goles no se anulan por una mano casual del jugador que dio la asistencia.
Un alcanzapelotas es expulsado. La situación había sido observada por el colega Federico Bueno, una media hora antes. Chirola no sabe si reír o llorar (en el vestuario eligió la ironía para declarar sobre el comportamiento de los árbitros). Pensar que Griguol corría a alcanzar la pelota, había que jugar, siempre, esté como esté la cosa.
Dieron 10 minutos adicionales. A los 47 Muro puso a volar al arquero; a los 52 Miramon le movió el travesaño. Los alcanzapelotas no están. Barracas aguanta. Hasta que desbarranca producto de la jugada hilvanada por la ofensiva gimnasista, cabezazo del “Yacaré” Morales en una línea dudosa que el árbitro (sin esperar definición de su asistente) invalida.
“Situación particular en la cancha de Barracas, no cobró orsai el asistente, sino el árbitro”, dice el relator. “Fuera de protocolo”, observa el comentarista, y “es a la inversa de la recomendación que tienen los árbitro”, remató uno de los que cubre la zona baja. Si faltan opiniones, un hincha tripero (que vivió el partido “infiltrado” entre los anfitriones) le pareció desde la platea que “Morales estaba solo”. O sea, vio como Lamolina. Falta la imagen de TV, y allí aparece Iván Tapia intentando correrse para no habilitar.
Idas y venidas por tres goles anulados (uno al local y dos al visitante).
“La de Benja es una posición natural del brazo, no es cobrable, y además el gol lo hace Tarragona”, explicó Melluso.
Para quien tenga ojos para ver, lo que sucedió pudo terminar en un escándalo cuando las pulsaciones están aceleradas, con 100 minutos de juego encima. Pero el atributo de la reflexión se impuso. Ya se manifiesta un “modelo Gimnasia” donde prevalece la disciplina, la conducta, la insistencia en el trabajo y la fe en el fútbol. Algo que en los años noventa empezó a embeber el actual entrenador Sebastián Romero, quien formó parte de la escuela del recordado Carlos Timoteo Griguol, el viejo que les tomaba examen sobre las reglas del fútbol y los transformaba en base a convencimiento, con charlas permanentes. “Es para darles un toque de acercamiento al tema, quiero evitar que pasen vergüenza cuando, algún día, por ejemplo, alguien le pregunte cuánto mide un arco. Lo hago para mejorarlos”, confesaba en 1995.
No está más entre los escribas de aquel viejo palco, Eduardo Tucci, quien tuvo un romance con Gimnasia desde que estaba en la cuna, desde febrero de 1950 cuando alguien le regaló la camiseta del Lobo y el carnet de socio. Se siente su calidez y respeto en cada respuesta o su seriedad para la cobertura de cualquier tema. Trabajó en El Día y en el vespertino La Gaceta, y por su corazón supo colaborar con la emblemática revista Tribuna Gimnasista, donde hay una nota que publicaron el 3 de junio de 1989 (cuando el club cumplió 102 años), titulada “Gimnasia y yo”. Don Eduardo Tucci vivirá siempre, en Gimnasia y en el alma de Patricio, un entrañable amigo de quien suscribe que trabajó por el club desde el área de prensa.
¿Qué hubiese dicho Eduardo? No hacerse mala sangre. “Esto de enrolarse en las filas albiazules es tarea de fuertes”, se lee en aquella nota. Fuertes de la cabeza, laburadores y disciplinados, así como los tenía “Timo” y hoy los tiene “Chiro” a una nueva generación de futbolistas que busca superarse.