Rocky Balbo-a: capítulo cinco (la lucha debe continuar)
Por Gabriel Alejandro López
Estudiantes volvió a jugar en su casa, y aunque no perdió como en las dos anteriores, el empate agónico de Sarmiento le dolió como si le hubieran ganado por puntos, como en el boxeo, según el análisis de los jueces en ese deporte.
Falta, muchísimo le falta. El camino recién comienza. “Hay que dejarlo trabajar, sino, no somos Estudiantes”, se oyó al pasar en el baño del Mercado 55, cuando cuatro socios se lavaban las manos y se disponían a una redonda de muzzarela.
Este fútbol físico se entiende cuando en el Verde de Junín (de visita hace 7 que no pierde; aunque de local tampoco gana desde septiembre de 2022) tiene a un par de gigantes, uno de ellos de 1 metro 90, que sonriente va al banco local a saludar al entrenador albirrojo. Los dos son nacidos en Villa Constitución, Rosario y en 2022 fueron parte del Central de Santiago del Estero.
Lo cierto es no fue el otro Estudiantes, aquel que disponía de riqueza individualidades que alguna falta de confianza o de “conocimiento” (palabras del DT) navegaba varios minutos. El sábado a l a noche, Estudiantes fue más protagonista, y con más corazón, como la fecha anterior en Mendoza.
Si será físico que en una jugada aérea saltaron Toledo y Carrillo, y éste pierde tres dientes, escupiendo sangre como uno de esos púgiles de la zaga de Rocky Balboa. Pero ésto fue de verdad y no boxeo, sino codazo tremendo que le quedó doliendo al agresor. Balbo tiró su bronca no tanto con el árbitro sino su queja fue teledirigida en Conferencia para “el encargado del VAR, que estaba mirando Netflix” (de Abel, para Abal).
Si será físico el fútbol que Santiago Ascacibar marca, tapa, corre, obstruye, trabaja en sociedad, y nunca parece cansarse. Y metió el golazo que fue el fogonazo de la noche, en el minuto 54. Fue como “el mazazo de Tyson” que dejó la sensación de nocaut al retador, en esta fecha 5 (o el capítulo 5 de la zaga de Rocky Balboa).
Fútbol físico, puro músculo, nervio y resistencia, como Emiliano Mendez (camiseta número 52), quien ha hecho su camino desde los potreros platenses en esta pasión: Alumni de Los Hornos, Juventud de 525 y 121, y de ahí a Gimnasia.
Segundo acto. Volvieron los murmullos y se desnaturalizó el espectáculo cuando se sancionó un penal que nunca se ejecutará. Demasiada deliberación para definir por supuesta mano de Lollo. La revisión obligó a corregir el fallo inicial. Tardaron tanto que este periodista tuvo la chance de llegar a un palco con televisor, donde un par de niños saltaban como piojos reclamando que “no, no lo cobren, no fue manooo”, mientras Gandou acomodaba la pelota en el lejano arco de 55.
El tiempo sobró, como para ver el historial y saber que Sarmiento en 1 y 57 fue difícil siempre.
En 1954, en Primera B, 0-0 (fecha 25ª, habrá ascenso albirrojo en la última, la 34ª). En el Metro 1981, Sarmiento festejó 1-0 por un gol del “Toti” Iglesias (Estudiantes tenía a Brown como columna, a Patricio Hernández como creador y los piques de Galletti). Y el mismo año 81 por el Nacional A repartieron garbanzos, 1-1 (Gottardi y Otermin, los tantos). Después de tres magras, vinieron tres jugosas: en 1982, el León 2-0 (dos de Trama, Metro 82 que ganará al otro año); en el 2016/2017 otro rugido 1-0 (Bailone) y el reciente 2022, un 2-1 (doblete de Boselli).
Otro tema. La dinastía Verón ya tiene historia de partidos oficiales jugados en 1 y 57. El 18 de abril del 65 debutó Juan Ramón Verón, contra Rosario Central, derrota 0-2, siendo “lejos el más apto del cuarteto ofensivo”, describía un diario. El 24 de abril del 94, contra Mandiyú, debutó allí Juan Sebastián Verón, en una victoria 1-0. Y este sábado 25 de febrero de 2023 le pasó a Deian Verón (aunque no como titular, ¿será en abril esa oportunidad como marca la tradición?).
A seis minutos de cumplirse el tiempo reglamentario, el ingresado Lisandro López tira el centro al área de 55, y en el aire se desvía la bola por un jugador pincharrata, allá atrás se arroja “de palomita” Toledo, y aparecerá solo Lucas Melano para poner el 1 a 1.
Damonte (DT del juninense, que en su época de jugador de EDLP jugó 121 partidos) estuvo toda la noche con su elegante sports negro y de pie, al lado de la raya. Festejó con mesura, tal como fue el modo de explicar a la prensa: “El punto es correcto para ambos, y a nosotros nos sirve porque estamos en una continua pelea”. Otra vez la palabra pelea.
Ojalá que ahora Rocky Balboa (el equipo de Abel Balbo) empiece a crecer como aquel púgil de ficción, nacido en Filadelfia, que con el correr de las películas cambió su estilo, aprendiendo a pegar duro con las dos, crecer en agilidad y rapidez. Ojalá que así continuemos hablando de Estudiantes en 2023.
Mis pasos se acercaron a los de Martín Furiga, ex delantero, que en la vieja cancha anotó diez goles (siete en torneo local y tres en Supercopa, siendo un juvenil que entró tres partidos en el Clausura 1996 de un maravilloso tercer puesto). La sinceridad del “Potro” lo sigue pintando de cuerpo y alma: “Para mí no es merecido el empate, pero el fútbol está así, muy extraño. Es un fútbol muy distinto al que jugábamos nosotros. Veo que los jugadores intentan hacer lo que se entrena en la semana, pero es tanta la velocidad y el ritmo que es muy difícil jugar al fútbol. Como dijo Milito, no hay ningún equipo que juegue lindo”. Dusfrutó con sus ex compañeros de la categoría 1976, a la que el Club le hizo un reconocimiento.
Imposible cerrar la crónica de un partido donde Junín y La Plata estuvieron confrontando deportivamente, sin mencionar a Osvaldo Juan Zubeldía, hombre respetado en ambas ciudades y en el universo futbolístico. Saludos a la hinchada albirroja en la Perla del Oeste, a Juan Rossi, por sus flamantes 60 años festejados dos días antes de la “tercera copa del mundo”. La Filial nació como parte de una “federilización” de la Comisión Directiva del Club Estudiantes. Desde 2015 esta ciudad fue sumando hinchas que se asociaron y ya van a llegar al centenar. Las historias populares nos devuelven a la esencia, el para qué vivimos, esos instantes donde el amor aflora y no la pelea. La primera bandera que hicieron los pinchas de Junín tiene su historia. En los años 50, un señor había fundado un club, La Aurora, con los de colores rojo y blanco, “había baile y fútbol todo el día, y las mujeres cocían las casacas para vestir al equipo”. Con lo que sobró de aquel rollo de tela, que permanecía guardado como una reliquia, se hizo el trapo albirrojo. El nieto de aquel pionero fue Juan Rossi, el presidente actual de la Filial Zubeldía.