14 de febrero de 1983: con el alma aferrada a un dulce recuerdo
Por Gabriel Alejandro López
Twitter: cololopez74
¿Qué es lo que queda? ¿La estadística? Sí, existe, irrefutable, pero seguro que hay algo mucho más importante, lo trascendente, lo esencial, a cuarenta años de una consagración deportiva del Club Estudiantes de La Plata, su segunda estrellita en torneos profesionales de la Argentina. ¿Emociones…? Sí, eso sabe bien cuando son saludables, incluso ahora con el gusto a la nostalgia. Se lo recordará como el Torneo Metropolitano de la AFA, “Soberanía Nacional”, del año 1982, iniciado unas semanas después del Mundial de España, y del dolor demencial por la guerra con “los pibes de Malvinas”, la rendición de junio y este fútbol que siguió en julio. Diego Maradona se iba de Boca, al Barcelona. River se quedaba sin Daniel Passarella y Ramón Díaz, vendidos a Italia. San Lorenzo en la B en el 82 por único año, con récord de recaudaciones.
Estudiantes incorporó a Marcelo Trobbiani, de Boca; a Rubén Agüero, defensor del Club Luján de Cuyo, de Mendoza; y a Alberto Monzón, un delantero Huracán. Se le fue el arquero Bernardo Vidallé, a Argentinos, pero en las 38 fechas tendrá a Juan Carlos Delménico, a punto de cumplir 29 años. El torneo anterior había llegado el técnico Carlos Salvador Bilardo, quien sin perder tiempo se fue hasta Inglaterra para contratar a Alejandro Sabella, quien pisaba los 28. Además, estaban maduros los que se formaron en la escuela, al amparo del ombú, la pileta y las habitaciones del sector Demo (la pensión en el mismo Estadio de 1 y 57): Abel Herrera, José Luis Brown, Julián Camino, figuras de la defensa. Y aprendieron mucho más cuando Bilardo llegó de Colombia, con su cartel de ex jugador del Estudiantes campeón del mundo.
Un torneo largo el del 82/83, que tendrá su última fecha el 14 de febrero de 1983. ¿Cuarenta años ya en el almanaque y en el alma para los que la vivieron?
¿Qué es lo queda, verdaderamente? Al hincha le queda cada detalle, que ni el propio Bilardo podría saber. A los jugadores les quedó una filosofía que transmitirán a su propia manera cuando les tocó ser técnicos: “Tener coherencia, una idea, que si uno la analiza y la pone en práctica y ve que funciona, no tiene por qué cambiarla. Si hay alguna equivocación se puede recomponer, pero siempre manteniendo coherencia”, decía Bilardo, el entrenador que tras esta coronación firmó contrato y armó la Selección que ganó el Mundial de 1986.
Arrancó el “Metro” con cuatro triunfos y Boca cruzandose en La Bombonera para frenar el envión en la quinta fecha, 0-1. Bilardo decía que Boca, River e Independiente estaban armados, tenía videos, los pasaba en el Country al grupo o a un jugador en particular. Entrenar era la cura de todos los males. “Trabajaba pelota parada, la ley del orsai, y después te decía ‘vení que vamos a ver un video’. Con Bilardo sabías a qué hora empezaba el entrenamiento pero no a qué hora iba a terminar”, recordará siempre Brown, que entonces tenía 26 y soñaba pasar algún día por el portón de calle 1 y saludar a la gente siendo campeones”.
Fecha 13. River “allá”, con Fillol y Tarantini (mundialistas de 1978) y Olarticoechea (fue al Mundial de ese año). Con volea de Ruben Galetti, “El Tano”, se puso en ganancia, le expulsaron a Sabella, y cuando parecía hazaña, quedaron a mano, 1-1.
En la 15ª fecha marchaba Vélez como único puntero, dos puntos más que Estudiantes y Huracán. Y el “Globo” venció a Vélez y permitió que Independiente se suba a la cima. En la siguiente Talleres derrotó a los Rojos de Nito Veiga, 3-1, y Estudiantes se floreó en Liniers (con el gol más lindo del año, una docena de toques, taco decisivo de Trobbiani y definición de Trama). Desde allí compartirán la primera ubicación los de La Plata y Avellaneda.
No hubo clásico de la capital bonaerense aquel año en que Gimnasia disputaba su tercer campeonato en la B sin conseguir el retorno.
¿Qué es lo que queda cuando uno ve el poster? No es el marketing. “Acá hay una tradición de ayudar a los que vienen” dijo José Daniel Ponce, un zurdito que llegó de Godoy Cruz en 1980 y al que Bilardo lo tenía practicando corners, 60, 70 por día.
Fecha 20ª, segunda rueda, los desquites, frente a Racing de Córdoba, provincia que recién se acoplaba al fútbol metropolitano, era el debut de esa linda camiseta albiceleste, siguiendo los pasos de Talleres e Instituto. Triunfo trabajoso gracias a dos penales que convirtió el capitán Brown, luego de un empate de Luis “La Araña” Amuchastegui. Se despegaba un punto de Independiente.
En la 23ª sacó otro punto (dos), al igualar en Platense; ayudó Boca al superar a Independiente, que tendrá libre en la 24ª donde Boca será el verdugo de Estudiantes, en 1 y 57. De esa tarde quedó la afonía de un golazo de Miguel Angel Russo con el vuelo del “Loco” Gatti (arquero que tuvo Gimnasia en una equipo brillante de 1970). El crujido de la estructura de tablones y el bramido de los boquenses que se llevaron los puntos, con goles de Ariel Krasouski y Ricardo Gareca, 1-2. El azul y oro fue el color que pudo con aquel Estudiantes que solo perderá tres partidos.
La tabla así, Estudiantes, 32; Independiente, 31, Boca, 30. A la fecha 25ª, en Avellaneda, con los trenes cargados de pincharratas. El goleador del torneo Manuel Morete preocupó hasta que apareció otro que venía de mala racha, Hugo Gottardi, 1 a 1, con besos alocados a la camiseta sobre la popular de las Vías. Lo igualó en base a fútbol y sustento físico, en el segundo tiempo. Boca se caía en Junín ante Sarmiento. El sorprendente Verde —que finalmente bajaría a la Primera B— a la otra fecha le empató a Independiente, al mismo tiempo que el Estudiantes de Bilardo pudo con el Ferro de Griguol por 2 a 0 (Gottardi y Galetti). Seguían liderando los del “Narigón”, con dos puntos, una suma de puntos que equivalía a un triunfo (desde mediados de 1995 ganar vale 3 puntos).
El miércoles 8 de diciembre de 1982, veinticinco micros llegaron a la ciudad de Junín. Antes de jugar, el plantel visitó la tumba donde descansan los restos de Osvaldo Juan Zubeldía, el maestro de Bilardo. Si aquel grupo le faltaba un místico, ese era el médico y casi psicólogo, Roberto Marelli, el mismo que trabajó en el cuerpo técnico de don Osvaldo y el profesor Kistenmacher en los sesenta.
Otro grito de Gottardi, y un penal que “El Gato” Delménico le sacó a Correa a cinco minutos del desenlace. Y para el campeonato había diez cotejos más por delante.
¿Qué es lo que queda, entonces, cuando se habla de campeones recordados desde hace 40 años? “El grupo humano del profe Echeverría”, señaló Brown algún día. “Tener el auxilio de los que estaban afuera, que entraban y lo hacían muy bien, eso nos hacía pensar que estábamos para cosas importantes”, subrayó el “Tata”, número 3, encargado de los penales. Y falló un par, en ese tramo final. En Córdoba, contra Instituto (1-1), erró uno y vio la tarjeta roja.
El 30 de diciembre, jueves, se trasladaron hasta Caballito para jugar contra Argentinos (no tenía su estadio de La Paternal y alquilaba en Ferro). Brown volvió a errar desde los once metros, pero la victoria 2 a 0 fue celebrada como las mismas Fiestas de Fin de Año. El árbitro Juan Carlos Loustau (padre de Patricio, el actual) expulsó a Russo y a Pasculli por agresión mutua, y no toleró a Bilardo al que también retiró del banco visitante.
Quedaban 7 partidos en 1983, y los más veteranos aflojaban tensiones, daban el toque del buen humor, Landucci (clase 1950), Galetti (1952), Delménico y Gottardi (1953). El 5 de enero empataron con River en La Plata; el 8, triunfo sobre Racing (fue local todo el año en La Bombonera), y la revista El Gráfico armó una producción para la tapa. “La lucha por el título”, Enzo Héctor Trossero y José Luis Brown, con un trabuco, sonrientes, como si fueran a batirse a duelo; y en las páginas interiores, con capa y espada, el de Estudiantes parecía ganar el duelo, porque lo está venciendo (de hecho, llevaba dos puntos cuando quedaban ocho puntos por jugarse, o sea, cuatro presentaciones).
El 15 de enero venció a Quilmes y el 22 a Unión, en Santa Fe.
La anteúltima se jugó el 29 de enero, de noche, Estudiantes-Vélez, Carlos Bilardo frente al “Toto” Lorenzo, cosa de zorros en vestuarios. Pero lo futbolístico pasó de largo. Tras finalizar el primer tiempo, sin goles, un escándalo apuntó contra Estudiantes y su barra brava, tras la explosión de unas bombas de estruendo en el vestuario visitante. Recordó en vida Brown que “cuando nos íbamos por el túnel de calle 55, ellos salen hacia la izquierda a su vestuario y nosotros a la derecha, y escuchamos las bombas. Me acuerdo que Bilardo nos daba indicaciones, nos refrescamos y salimos a jugar el segundo tiempo, pero Vélez no salía… y Vélez no salía… Claro, las bombas se las tiraron a ellos adentro del vestuario”.
En los escritorios de AFA estuvieron once días deliberando, el partido se completó trece días después. “Bilardo nos tenía todos los santos días haciendo fútbol solamente por 45 minutos, quería prepararnos especialmente para ese tiempo que faltaba, dividido en un tiempo de 22 y otro de 23 minutos. Si la pelota se iba lejos, también entrenábamos ir a buscarla nosotros”.
Los hinchas de Estudiantes recibieron con flores a los jugadores de Vélez.
Tiro de esquina, eso que temían los rivales. Se agotaba el tiempo y un cabezazo de Brown que no atinó ni a reaccionar Pumpido. Tres años después, el 2 de Estudiantes Brown, el 1 y el 2 de Vélez, Pumpido y Cucciuffo, fueron titulares en la final del Mundial de México).
“El objetivo estaba ahí, dependía de nosotros, teníamos que ganar el último contra Talleres, pero a mí ese partido con Vélez me hizo sentir seguro, el título era nuestro”, se emocionaba Brown.
Con dos puntos de ventaja, la última fecha se jugó el lunes 14 de febrero, “día de los enamorados”. La prensa nacional se trasladó a la provincia de Córdoba, porque el primero y el segundo jugaban allá.
¿Qué es lo que queda…?
Llovió a la tarde y llovió a la noche.
Un fotógrafo hoy jubilado, Carlos Cermele, abre el alma y cuenta lo que fue su jornada laboral, salpicada de emoción por el hincha que fue de niño. Cumplió con las mejores fotos que reveló con las urgencias de esa noche donde lo esperaban las rotativas del diario El Día. “Viajé con Horacio Villalobos, fotógrafo del diario Popular. Nos hospedamos en el mismo hotel Astoria donde estaba Estudiantes; lo llamativo era en un hotel, a un par de cuadras, estaba Independiente, y los hinchas estaban prácticamente juntos, pero no hubo ningún problema”, viaja Carlitos hacia ese 14 de febrero. Tenía buen trato con los futbolistas, con Miguel Russo (éste le tenía que tocar la panza antes del silbato inicial) y a sus hijos los bautizó con nombres de dos grandes: Patricio Cermele (en honor al zurdo Patricio Hernández) y Alejandra Cermele (fue niña y evocó en el nombre a las gambetas de Alejandro Sabella).
“Aquí, en el estadio Ciudad de Córdoba, en el paraje Chateau Carreras”, se presentaba en vivo la transmisión con Macaya Márquez, comentarista de Talleres-Estudiantes por ATC, con los relatos de Viale. Hileras de micros y más micros que venían de La Plata, con los que vieron la proeza del tricampeón de América y una generación de pibes que apenas tenía un vago recuerdo de esa etapa. Trece años pasaron de la era Zubeldía y ya el maestro había partido, a otra dimensión (murió en enero de 1982), pero sí estuvo el hijo, Daniel, cuya foto del beso a Bilardo en el vestuario del estadio cordobés hoy es postal del Museo del club y de todo coleccionista.
El último partido fue intenso, Talleres parecía estar incentivado. El 1-0 lo anotó Brown, de tiro penal; sí, fue por su reivindicación después de errar dos veces en el arranque del año. Cuando “El Tata” acomodó la pelota vio que Camino se acercó para darle consejo: “José… José… despacio y a la izquierda”. Brown lo miró para insultarlo de los nervios, pero algo lo escuchó porque lo acribilló a Angel Comizzo, con una ligera dirección del balón hacia la mano izquierda del arquero. Después, turno del 2-0 terminante que en el relato radial de Víctor Hugo Morales siguió prendiendo en los hinchas con “ta-ta-ta, gol-gol-gol… Goool-ttardi!!!”.
¿Qué es lo que queda…? “Lo mejor que me pasó en la vida”, afirma Cermele, quien vestía en la noche destemplada de Córdoba una campera que le compró a un soldado que volvió de la guerra de Malvinas, herido de varias cosas más que el cuerpo físico.
Mientras la revista El Gráfico retrasó el cierre de la edición para salir con la cobertura especial (la tapa fue Brown, con “Bocha” Ponce trepado a su espalda), para el fotógrafo también tuvo cambios de último momento, porque esa semana debía estar de vacaciones, con una casa reservada, pero no, “Estudiantes alteró todos los planes y postergué el descanso”, sonríe.
La base del equipo fue Delménico; Camino, Brown, Gette, Herrera; Lemme o Ponce; Russo, Sabella, Trobbiani; Trama y Gottardi. Los tres goleadores principales del equipo fueron Trama 13, Gottardi 11 y Brown 7. Otros integrantes: Carlos Bertero, Claudio Gugnali, Héctor Vargas, Sergio Gurrieri, Daniel Martínez y Luis Malvarez (uruguayo), Walter Perazzo (colombiano).
¿Qué es lo que queda…? Ah, sí, el mandato de la superación. El mismo Bilardo supo recordarlo en una charla en La Plata cuando volvió campeón del Mundial. “Con el dirigente Branne decíamos este partido es clave, y lo pasamos; y después repetíamos este partido que viene es clave, y también lo sorteábamos con éxito. Un poco la clave es tener claro que la meta inmediata debe tomarse como decisiva y poner todo el esfuerzo para superarla”.
¿Qué más queda? Claro, la respetuosa amistad, porque sin ella no se puede llegar muy lejos en la vida. En 2008 se cumplieron veinticinco años (bodas de plata) cenaron cien personas del entorno del equipo, en el Club Hípico. “Vos estás más canoso que yo”, se bromearon, y estuvo Bilardo, que además de laburante en sus años de DT también sabía divertirse con sus dirigidos.
¿Qué más? Que en la vida hay que copiar lo bueno. Y que después de toda marca dolorosa como las que dejan las guerras, los pueblos buscarán siempre un motivo para estar mejor. La comunidad estudiantil vaya si tuvo su motivo con el “¡Borombombón… Borombombón…!”
Y queda entonces una forma de hacer las cosas, en el trabajo deportivo, alimentando los sueños desde las divisiones formativas. Queda un legado de orden político, como otro gran presidente, Raúl Gerardo Correbo, a quien a los 44 años se lo veía en los cafés como “candidato a ganar una intendencia, si se presenta”. El escribano fue uno de los que impulsó “La Plata de Pie”, un movimiento de dirigentes de bien público y empresarios que proyectaron las obras públicas más importantes que le faltaban a la capital provincial cuando ya era centenaria.
Y eso también quedó. Que Estudiantes ganó el “Metro” cuando La Plata tenía 100 años.
Esta temporada, la institución decidió homenajear varias veces a aquel grupo de futbolistas, con presencia en el Estadio (previo a un partido), el diseño actual de la vestimenta del primer equipo es alusivo al bicampeonato 1982-1983 (el 10 de junio de 1983 ganó el torneo Nacional) y otras historias que se siguen viviendo en el día a día de los que transitan la institución y cada hogar o trabajo donde haya un pincha de corazón.