Proyecto homenajes

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Proyecto homenajes reúne obras de referentes del arte argentino contemporáneo de larga y consagrada trayectoria, en la que no solo se acerca su legado al público y se mantiene viva su memoria, sino también se pone en diálogo el emblemático edificio que alberga al Centro Cultural Kirchner.

Proyecto homenajes reúne obras de referentes del arte argentino contemporáneo de larga y consagrada trayectoria, en la que no solo se acerca su legado al público y se mantiene viva su memoria, sino también se pone en diálogo el emblemático edificio que alberga al Centro Cultural Kirchner.

Tanto las obras de León Ferrari, Norberto Gómez, María Juana Heras Velasco, Margarita Paksa y Graciela Sacco como la imponente arquitectura y el elegante mobiliario de época del que fuera el antiguo Palacio de Correos y Telégrafos son parte de nuestro patrimonio cultural y, por ende, su apropiación simbólica debe ser accesible a toda la comunidad.

La propuesta cuenta con la participación especial de Homenajes Urbanos, colectivo conformado por Ale Giorgga y Melisa Boratyn

De esta manera, los diversos salones de ingreso al Kirchner se convierten en espacios activos que ofrecen una experiencia sensible que interpela al visitante y que da cuenta de los múltiples cruces de lenguajes y disciplinas presentes en la programación.

La exhibición puede visitarse del 10 de agosto de 2022 al 23 de julio de 2023, de miércoles a domingos, de 14 a 20 h. La actividad es gratuita y no requiere reserva previa.

León Ferrari

(Ciudad de Buenos Aires, 1920-2013)

Ingeniero de profesión, comenzó a incursionar en el mundo del arte en la década del cincuenta y se mantuvo activo hasta el final de sus días.

Atribuía su gran libertad para crear y experimentar a no haber tenido estudios formales en arte. A lo largo de su carrera articuló la práctica artística con sus ideales por una sociedad más justa y la lucha por los derechos humanos, a través de una producción que incluye la escultura, el dibujo, la pintura, el collage, el videoarte, las instalaciones, entre otras.

En 2007 recibió el León de Oro durante su participación en la 52ª Bienal de Arte de Venecia, premio máximo de las artes a nivel internacional. La visibilidad que alcanzó su obra le dio la oportunidad para potenciar su creatividad aún más y, con sus ochenta y siete años, experimentó con nuevos materiales, muchos de ellos no convencionales. En Trompeta; Clarinete; Violín; Tambor; Trompeta la incorporación de la espuma de poliuretano respondió a este afán experimental; la espuma se encontraba en un pequeño envase y de manera azarosa, sin que el artista pudiera controlarla totalmente, se inflaba y expandía para conformar este conjunto de alegres músicos exhibidos en la planta baja del Centro Cultural Kirchner. En la creación de la serie de estos músicos Ferrari decía haber encontrado un Picasso adentro de un aerosol.

Norberto Gómez

(Ciudad de Buenos Aires, 1941-2021)

Hijo de inmigrantes españoles, aprendió de su padre carpintero y de su tío músico luthier el dominio del oficio manual y el placer por el trabajo artesanal. Luego de estudiar dos años en la Escuela de Bellas Artes “Manuel Belgrano”, en 1965 viajó a París, donde trabajó en los talleres de Julio Le Parc y de Antonio Berni. Tras un breve período en el que realizó obras geométricas vinculadas al arte óptico cinético, se introdujo de lleno en el realismo, modelando piezas que remiten a fragmentos del cuerpo humano realizados con resina poliéster y fibra de vidrio. Corrían los años 70 y estas piezas que figuraban vísceras, osamentas, tripas y dentaduras se constituían en potentes metáforas del horror de la tortura y la represión impartidas por la dictadura cívico-militar que asoló al país entre 1976 y 1983.

Hacia la década de 1980, Gómez invierte el foco de su atención del cuerpo humano lacerado hacia las armas que ejercen violencia sobre él: látigos, cadenas, clavos, espadas, puñales y grilletes; todo un repertorio de instrumentos medievales que remiten a una época de oscuro dogmatismo. Las obras Custodia y Látigo se enmarcan dentro de dos series complementarias que aluden a la reciente represión argentina, con la parafernalia de la tortura junto a la sutil simbiosis con el emblema religioso. En los dos instrumentos representados por Gómez subyace una tensión, porque la gracia de sus detalles decorativos y su color perlino encubre la atrocidad de sus propias funciones. Una manera que encontró el artista de manifestar lo paradójico y contradictorio de la naturaleza humana.

María Juana Heras Velasco

(Santa Fe, 1924-Ciudad de Buenos Aires, 2014)

Fue una de las escultoras más representativas del arte no figurativo en la segunda mitad del siglo XX en Argentina. Nació en Santa Fe en 1924, y pasó su infancia en Posadas, Misiones. En 1943 se instaló junto a su familia en Buenos Aires, donde comenzó su formación artística con Emilio Pettoruti y Lucio Fontana. Realizó su primera muestra individual en la Galería Van Riel en 1959, con obras abstractas realizadas en madera, yeso y bronce.

A mediados de la década del sesenta, Heras Velasco abandonó las técnicas tradicionales de la escultura para comenzar a experimentar con materiales y procesos industriales en sintonía con el impulso desarrollista de aquella época. Así, aprendió a trabajar con chapas de hierro, a las que aplicaba color a través de los procedimientos utilizados en la industria automotriz: cortaba, soldaba, masillaba y pintaba con soplete.

Le interesaba la ciudad y su modo de comunicar a través de las señales de tránsito que la ordenan. A partir de los años 70, muchas de sus obras surgen de este interés y reciben por nombre Transposeña, Signo o Símbolo. De este modo, la artista construyó un universo de formas geométricas y colores relacionado con su entorno.

En las obras Signo rojo y De las cruces observamos chapas lisas, caladas, barras aletadas y bulones pintados con colores planos. Los contrastes de formas, direcciones y colores dirigen nuestra mirada hacia el espacio que organizan. Las esculturas de Heras Velasco nos invitan a detenernos, mirar y reflexionar sobre el lenguaje urbano.

Margarita Paksa

(Ciudad de Buenos Aires, 1932-2020)

Se recibió de Profesora en la Escuela Superior de Bellas Artes “Ernesto de la Cárcova” en 1955. Siendo estudiante participó activamente por el retorno de la democracia y a favor del estatuto de nivel universitario para las escuelas de arte.

Desde mediados de la década de 1960 y a partir de su incorporación al Instituto Torcuato Di Tella, Paksa practicó las artes visuales multimedia, siendo una precursora de las nuevas tecnologías aplicadas al arte en nuestro país. En 1968, además de ser una de las artistas participantes de las emblemáticas acciones en torno a “Tucumán arde”, organizó el Primer

Encuentro de Buenos Aires: “Cultura 68”, cuyo objetivo fue crear formas de acción político-culturales que se pudieran llevar a cabo colectivamente.

A lo largo de su vida trabajó con múltiples soportes, y la indagación acerca de la naturaleza de la comunicación acompañó su trayectoria y sus investigaciones desde sus primeras obras conceptuales.

Las esculturas de neón que realizó con distintas inscripciones como las que se presentan en el Centro Cultural, El arte ha muerto. Viva el arte y Margarita Gótica, son piezas que continúan esas búsquedas comunicativas en torno al lenguaje y a los códigos para descifrar el sentido filosófico de sus frases.

Graciela Sacco

(Provincia de Santa Fe, Chañar Ladeado, 1956-Rosario, 2017)

Testigo sensible de los conflictos sociales de nuestro tiempo, se graduó en 1987 como licenciada en Artes Visuales en la Universidad Nacional de Rosario, donde también ejerció como profesora hasta 1997. Su tesis de grado fue una de las primeras investigaciones académicas sobre la acción colectiva de vanguardia conocida como “Tucumán Arde” (1968) que denunció las precarias condiciones de vida de los trabajadores en esa provincia y su ocultamiento por parte de los medios de comunicación.

Su obra abordó los tránsitos, las migraciones y los exilios, así como la ubicuidad del sujeto contemporáneo dentro de territorios geopolíticos tan concretos como intangibles.

Sacco desarrolló su trabajo a través de instalaciones, videos, arte correo y objetos en los que utilizó diversos procesos fotosensibles sobre soportes como el vidrio, la madera y el metal. Uno de los ejes conceptuales de su obra reside en la noción de interferencia, en la tensión de los límites entre lo público y lo privado. Sus “interferencias”, especialmente las realizadas en el espacio público, le permitieron interpelar la cotidianidad del espectador, provocando reflexiones en torno a diversas cuestiones sociales y políticas.

Muchas de sus obras, gestadas en las décadas de 1990 y 2000, fueron activándose tantas veces como la artista consideró necesario, resignificándolas de acuerdo al contexto. Tal es el caso de Entre nosotros, una intervención gráfica desplegada en diversos espacios del Centro Cultural Kirchner, que revisita la obra con la que Sacco representó a la Argentina en la Bienal de Venecia en 2001.  Estos retratos de miradas anónimas interpelan al espectador y provocan encuentros inesperados, generando interrogantes acerca del lugar del testigo. ¿Quién mira a quién?

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