Los ochenta años de Conigliaro, una leyenda del fútbol argentino
De Quilmes a Independiente, de los diablos rojos a Chacarita, y de los tricolores a Estudiantes de La Plata, piloto del ataque con un título de campeón intercontinental, tres copas Libertadores, una Interamericano, giras, pases a Europa, convocatorias a la Selección y la “yapa” de un gol a Brasil (de visitante y con Pelé incluido).
El periplo deportivo de Marcos Norberto Conigliaro abarca la docencia, actividad que empezó en el Instituto River Plate, las juveniles pincharratas y en su ciudad actual, San Jorge, Santa Fe, donde hoy le agradece a la vida despertar con 80 primaveras.
-¡Feliz cumpleaños, qué gusto saludarlo Conigliaro!
-Bueno, muchas gracias por el recuerdo. Gracias, gracias.
Atiende el llamado a las 10.15, tras pautar con antelación una entrevista, antes de que las visitas, el calor sofocante y la Selección lo vaya absorbiendo y su corazón vaya de la relajación a la tensión.
-Usted era un delantero que no bajaba los brazos, que sabía usarlos para ganar la posición, pero además no los baja porque sabemos que está trabajando.
-Dirijo la escuela de técnicos (ATFA, seccional San Jorge), en este fin de año con veintinueve alumnos por recibirse. El lunes y el martes quedan las últimas pruebas en grupos de a tres, preguntas y respuestas. Y después de eso, listo, a brindar.
-Sigue en el fútbol oficialmente, pero, ¿dirige a algún equipo?
Cuando me fui de Estudiantes de La Plata, donde trabajé en las Inferiores, me vine a San Jorge, y desde 1996 a la fecha trabajé continuamente, solamente un año me tomé como período de descanso. Fueron muchos años en el Club San Jorge, donde confiaron con el trabajo con jugadores locales y ascendimos al Argentino B; no fue normal porque se solía buscar refuerzos de afuera. Pasé por otros equipos, Americano de Carlos Pellegrini, Trebolense, Unión de Sastre, donde trabajé todo este año y voy a continuar con la Primera, y sumamos la coordinación de inferiores. Mirando hacia abajo esa la única forma de poder y trabajar bien, pensando a futuro.
Santa Fe, la provincia de la “bota”, debería diseñar la forma de algún “botín”, porque los jugadores que aportó al fútbol grande. “Una zona que más jugadores ha producido se encuentra entre una parte de Sante Fe, parte de Córdoba y de Entre Ríos”.
La leyenda de este ídolo que reconocen toda la masa de hinchas de Estudiantes, sin embargo, tiene prólogo en el conurbano bonaerense.
-Usted es de Quilmes, y llevar ese orgullo también
-Claro, nací ahí y jugué en la Primera división con 15 años, cuando me vendieron a Independiente. En Quilmes está viviendo mi hermano. Somos tres, la más chica está en España con su familia. Todos bien.
-Perdón, ¿dijo que su debut en el fútbol profesional fue a los dieciséis?
-Estaba en la 6ª con el DT José Santiago, que al producirse un problema con la 1a, se hace cargo y me hace debutar en cancha de Los Andes. En el segundo partido, en Quilmes-Banfield, gol mío de cabeza… Tenía 15 años…
-Te llevaron rápido los vecinos de Independiente…
-A fines del 61 me compra Independiente. Justo debuto en 1ª A en La Plata, contra Gimnasia, durante la famosa campaña del Lobo. En el ataque juego con Mura y Rambert, empatamos 1 a 1, gol mío de penal.
Conigliaro fue protagonista en esa fecha 25 de Primera División, porque frenó la racha de 9 triunfos consecutivos (la mejor racha de la historia gimnasista). Aquel día convirtió Diego Bayo para el local, que seguía primero (N. de la R: las dos fechas sucesivas con Vélez y Atlanta fueron derrotas y frustración porque finalizarán terceros).
Chacarita fue la siguiente estación del “9” inquieto, pícaro, oportunista. La experiencia en su tercer equipo volvió a ser positiva, “llegamos a conformar un buen equipo, pero no se puede jugar tranquilo sin la seguridad del pago —se leen sus propias declaraciones en un diario platense, antes de firmar para Estudiantes—. Tenemos las mismas necesidades que cualquier empleado u obrero. Más en mi caso que vivo del fútbol y tengo mujer e hijo que mantener”.
Claro que en aquellos años, jugar en la Argentina, a los juveniles les era imprescindible tener un trabajo. Conigliaro tuvo un fugaz oficio de vidriero y un empleo en la secretaría de Independiente. “Lo primero que hizo mi tío Cholo, que siempre me aconsejaba, fue que Independiente me consiga trabajo y lo tuve en la sede del club. Además, enfrente tenía la Academia Pitman donde aprendí taquigrafía y mecanografía, hasta que ya no tuve tiempo”.
La sangre italiana (de las ruinas antigüas de Siracusa, en Sicilia), las esperanzas de un hijo de laburantes, era llamada a La Plata, encajando como una pieza vital en un equipo en formación, Estudiantes, en 1965, con el nuevo DT Osvaldo Zubeldía, quien pedirá a la Comisión Directiva reforzar especialmente el ataque. Conigliaro llegó en abril, unas dos semanas después del arribo de Carlos Bilardo.
-La gente aún evoca en redes sociales sus goles y hazañas, están quienes hablan de esas brazadas que hacía en los piques que buscaban la pelota
-Sí, lo de los brazos lo aprendí de José Santiago, los brazos para defenderme porque el delantero está expuesto a los golpes.
-¿Y Zubeldía?
-Era muy simple con lo que te pedía, insistía en las diagonales, de empezar por un lado y terminar por el otro. Todas las prácticas nos llevaba a situaciones de juego. Nunca entrenamos algo que no pudiera pasar y siempre de acuerdo al rival, había que saber los puntos fuertes de ellos, para saber contrarrestarlo y saber aprovechar las debilidades.
Con esa simpleza zubeldiana Conigliaro hace sencillo en su vocabulario aquello que pareció un misterio, apenas empezaron a practicar en el Colegio Nacional o en el Estadio Provincial, porque en los primeros días la cancha se estaba resembrando.
Conigliaro y sus brazos, esos que hoy recibirán a los que más cerca tiene y pueden tocarle el timbre para fundir el cuerpo en un abrazo fraterno.
Los brazos abiertos como un Cristo que revive alegrías en cada gol, en esa verdad que provocaba angustias en arqueros y defensas que no sabían por dónde aparecería en la próxima jugada. “Con los brazos abiertos era la forma que tenía de festejar los goles… Mirá, querés un recuerdo mas lindo que el gol a Manchester en la cancha de Boca, hay una foto de La Nación, salgo con los brazos abiertos como queriendo abrazar a todo el mundo”.
La Bombonera. Este ser humano tocado por la varita o producto del trabajo de equipo, le meterá goles a Manchester y al Milan.
Una noche de felicidad que dejó la llave en suspens, 1 a 0 por su cabezazo de jugada preparada.
Otra noche de tristeza que dejó el prestigio en un penumbras, cuando la política quiso tomar al fútbol como “espejo para el exterior” y emisarios de un dictador obligaron a esos jovenes de Estudiantes de La Plata a ganar “por el país”.
Ese número nueve, que cumple justo en día 9, y que enciende en una llamada los valores que mamó de pibe en un club, respeto, atención, generosidad, entrega. Los ochenta se vinieron en día de Mundial, de un Argentina-Holanda (así se le decía a Países Bajos). Y ante los holandeses Conigliaro midió fuerzas en la única final intercontinental con Feyenoord donde no convirtió, en Buenos Aires y en Rotterdam, cuando ya se terminaba la edad de oro con la albirroja.
En los partidos de Libertadores, se tienen ráfagas de fútbol y mucha personalidad en una final que se resolvió en La Plata, la primera vez (única hasta el momento, sin contar el ascenso de 1995) que Estudiantes alcanzó a dar la vuelta olímpica como local. El 2 a 0 ante Nacional de Montevideo, con el primer grito del recordado de Eduardo “El Bocha” Flores (nos dejó en enero pasado) y el último sellado por Marcos.
En 1970 Conigliaro lucirá la camiseta de la Selección, a pesar de vivir un tiempo de sequía por no clasificar al Mundial de México. Un par de meses antes, se probaron contra el futuro campeón mundial, Brasil. “Una selección muy linda que armó Pizzuti, y por un compromiso de la AFA con la Confederación Brasileña, jugamos dos amistosos”. En Veira Río, Argentina ganó 2 a 0 (goles de Más y de Conigliaro), la noche del 4 de marzo de 1970. A los cuatro días, en Río de Janeiro, hubo revancha verdeamarelha por 2 a 1, con gol de Pelé a siete minutos del final.
La formación del primer partido fue Cejas (luego Santoro); “Cacho” Malbernat en el sector derecho de la defensa; la pareja de Robertos en la zaga, Perfumo y Rogel, y a la izquierda Díaz; el trío del medio Madurga, Pastoriza, Brindisi; y el tridente ofensivo con el “Canguro” Conigliaro (así lo bautizó un tiempo el periodista platense “Mercurio”), el “Lobo” Fischer y “Pinino” Más.
En abril, la Argentina jugó ante Uruguay y Conigliaro abrió el marcador, en otra victoria 2 a 1 del combinado nacional, donde también fue titular Malbernat, el capitán de aquel Estudiantes indomable.
-¿Dónde terminó jugando?
-De Estudiantes me voy a Mexico, a un club que lo había comprado un español y mitad un mexicano. Después voy a Bélgica y a Suiza, hasta que me retiro en Everton de Chile, pero solo alcancé a hacer la pretemporada y cuatro partidos de verano.
Aquel jugador estudioso, uno de los discípulos del maestro Zubeldía, no pudo evitar seguir los pasos de un entrenador que sabía del molde del trabajo incesante, con pelota parada, concentración constante, y sacrificio total. Conigliaro se capacitó en un curso en Italia, “junto a Roberto Saporiti, y después lo seguí en la AFA, con el profesor José D’Amico, que me pidió revalidar lo visto en Europa y me pidió que explicara en campo los trabajos que vi en Italia”.
-¿Cuál es la esencia del fútbol argentino a la hora de crear? ¿La nuestra es la habilidad o la fuerza? Pensando en los sesenta, ¿nos gusta más un Angel Clemente Rojas (“Rojitas”, el del caño y la gambeta) o un Alfredo Rojas (“El Tanque”, guapeza, potencia física)?
-Cada hincha que va a ver un partido tiene a su jugador preferido, porque es lo que él hubiera querido ser. Hay quienes se identifican con el que es luchador, al exhibicionista que hace muchos chiches, y cada uno tiene su ídolo preferido. En mi caso, tenía a la gente que le gustaba y a otros que me decían que era un patadura. Es como en otros ordenes de la vida, cuando a un seguidor del cine elige ver a determinado artista y no a otro. Sobre gustos no hay nada escrito.
Por Gabriel López
Twitter: @cololopez74