Lionel Scaloni apareció en La Plata junto a su hermano Mauro Scaloni. Era el refuerzo que salió barato, que en verdad arrancaba su carrera profesional en Estudiantes de La Plata, el club que lo rescató de la mano de un entrenador visionario, docente universitario, motivador incansable, hincha albirrojo. Ese señor, Daniel Antonio Córdoba, ya había pasado su propia “prueba” en el fútbol profesional; sin registros como jugador en ninguna parte, pero con currículum de preparador físico ganador en el Nacional B (ascendió con Lanús y Estudiantes). A los 39 años, Córdoba, “El Hippie” como lo bautizaron, había convencido que su método le daba resultados y de entraba peleó dos campeonatos. Ese Córdoba algo le vio a Scaloni, un chico de 18 años con hambre de gloria, golpeado en lo anímico por una frustración en Newell’s Old Boys, su lugar en el mundo, donde se formó y soñó con llegar pero donde se le cerraron las puertas de Primera división.
Empezaba 1997 y era volver a empezar. En el fútbol argentino había lujo con Diego Maradona en cancha y la camiseta de Boca Juniors, con las peleas con el presidente Mauricio Macri y el dicho siempre listo del 10: “Somos como el agua y el aceite”. Boca debutó contra el Estudiantes de Córdoba, venciéndolo 2 a 1, goles de Fabbri, empató Pincha por desafortunada acción de Abbondanzieri (gol en contra del arquero) y desnivel en el resultado por Latorre. Para el Clausura ’97 no había incorporado jugadores Estudiantes, salvo esos pibes Scaloni, Lionel y su hermano.
En la segunda fecha, en 57 y 1, el Pincha recibió a Gimnasia de Jujuy, con un debut como titular de otro joven de las inferiores, Roberto Lanfranchi. El segundo tiempo deparó cinco goles, Palermo por dos, igualó Rosas para los del norte, y Scaloni a los 39 minutos aseguró la victoria, aunque Trimarchi sobre la hora puso 3-2.
Scaloni se estaba dando a conocer, pero mucho más por noticias que venían desde Chile con las imagenes del Sudamericano Sub 20. Salieron campeones de la mano de José Pekerman, otro de sus maestros.
Ya en la cuarta fecha, en cancha de Rosario Central, “Leo” recibió una plaqueta por el título de campeón albiceleste, un logro compartido junto a otro compañero albirrojo, Bernardo Romeo, un sobrino de un crack que diera el fútbol tandilense, Daniel “Pechito” Romeo (campeón de América y del Mundo en la gloriosa era del maestro Osvaldo Zubeldía).

Partido de juveniles, en 1997. Scaloni, a camiseta rota, siempre yendo al ataque.

Un par de fechas después, la plaqueta y los aplausos en la vieja cancha de tablones fueron para Luciano Galetti y Ernesto Farías, que también habían ganado medalla de un juvenil, el Sub 17. Como tantas veces, Estudiantes crecía desde las raíces. Y en épocas de necesidades, las Juveniles son factor clave. La dirigían dos personas entrañables que ya no están físicamente, el coordinador Roberto “Beto” Avalos y uno de sus infaltables entrenadores al que le gustaba enseñar en campo de juego, Higinio Restelli.
Pero la producción del equipo superior venía cayendo en rendimiento con relación al muy buen año 96 con el Córdoba técnico. El 97 fue “diez en pasión, cinco en fútbol y cero en goles”, ésta era “la ecuación” al cabo de siete fechas, y salvo aquella tricota ante los jujeños (con el primer gol de Scaloni) en la tabla quedó anteúltimo por algunas fechas.
Hubo una remontada, picos altos, ante el campeón River, con una goleada 4 a 1 en el Monumental (Scaloni no convirtió pero fue vital), y un agónico delirio de 1 a 0 sobre Gimnasia con gol de Juan Azconzabal. La era Córdoba siguió con la promo de veinteañeros que pedían una oportunidad desde sus remotos clubes de origen, Leandro Desábato, quien hacía seis meses había “quedado”, fue de titular, y un delantero Alejandro Nicolás, rionegrino, que venía con el pase de la Liga Amateur Platense (de Fuerte Barragán, donde compartió el plantel con Luis Martin, el actual Profe de la Selección Nacional).
Estudiantes inhibido. Problemas económicos. Se fue el torneo Clausura y a tono con los gritos de desahogo, Leo Ramos salvó un empate, mediante tiro penal en el minuto 95, ante Banfield, 1 a 1. Ese día hubo otra plaqueta para Scaloni y Romeo, que volvieron de Malasia siendo campeones del mundo. El mediocampista hizo famoso al pueblo de Pujato Santa Fe al subir al escenario con la bandera.

Terminaron a 22 puntos del campeón River Plate. Telón de fin de año. Pretemporada. Ciudad de Necochea, hotel Tres Reyes.
El pibe Scaloni trata de poner paños fríos. Desde que debutó siempre tuvo un excelente rendimiento y los simpatizantes aguardan mucho más, porque había jugado poco. Era el futbolista de mayor porvenir, según la prensa, y él se encargó de descomprimir con declaraciones tan sinceras como ciertas: “Que la gente no espere mucho más de mí. Hasta yo me sorprendí con el rendimiento que alcancé en los partidos que jugué. No soy goleador y mucho menos el salvador de Estudiantes. Me considero uno más que tratará de hacer lo mejor para que el equipo logre los objetivos buscados”.

Zapatillas sin atar, bermudas que superan las rodillas, amplia remera multicolor y la infaltable gorra con la visera para atrás. Mucha informalidad en el vestir, pero extremada seriedad al pensar y exigirse. “Soy uno más, metedor, rápido, potente físicamente y a quien le falta mucho por aprender. Tácticamente soy muy desordenado y lo que es peor, pierdo muy rápido la concentración. Sé que con solo 18 años sea muy autocrítico pero es la mejor manera de progresar. Si me duermo en los laureles con lo que hice el torneo pasado y no aprovecho al máximo esta pretemporada puedo llegar a fracasar”.
-Pese a que tenes solo 18 años reflexionás como un adulto, ¿quién te aconseja?
-Fundamentalmente mi viejo, es un fenómeno y como fue jugador de fútbol conoce secretos de este medio. También mi hermano mayor Mauro es un apoyo constante. Hablamos mucho y nos damos consejos permanentemente. Después encontré en este grupo jugadores de experiencia que me guían y me explican cómo debo manejarme dentro y fuera de la cancha. Pero fundamentalmente debo agradecerle al cuerpo técnico que se la jugó por mí, que me bancó cuando el pase no era una realidad y que confió en mí para jugar como titular.

Arranca el Apertura, AFA obliga a que los jugadores conserven el mismo número de camiseta. Scaloni con la 18. Tal vez porque es el 1+8 y el ocho es su nueva posición, adquirida, pulida, que dejó atrás al delantero neto que fue.
Primera fecha, visitantes en Huracán, 2 a 0. ¿Goles? Los dos albirrojos del Sub 20 aparecieron a pura fuerza en los últimos quince minutos, Romeo a los 35’ y Scaloni a los 47’. “Potro indomable”, le dice el “Profe” DT.
Se fueron los goles de Martín Palermo, a Boca. Aparece como refuerzo Mauricio Piersimone.
Estudiantes ofrece trabajo y juventud. Furiga, Tagliani, Mazzucco, La Grottería, Catán. “Jugá. Corré. Meté. Pensá. Las estrellas brillan en el cielo y los jugadores de fútbol en el verde césped. Qué prensa y qué presiones”, era un cliché cordobista en aquel vestuario donde estaba acompañado por un ex campeón con Bilardo y Manera, el “Negro” Rubén José Agüero, ayudante de campo y técnico de reserva.
Un arranque magnífico: 2-0 a Huracán, 2-2 con Gimnasia (vibrante clásico 122), 1-0 en Racing, 3-1 a Gimnasia y Tiro de Salta. Un golazo de Scaloni va a la tapa de los suplementos de deportes. Lionel se despachó con una emboquillada que bajó para descansar en la red, a los 14 del primer tiempo. Se había metido en la primera colocación del Apertura.

A la fecha siguiente, quinta, cinco a Unión en Santa Fe, cerca de la casa de los Scaloni. Primer tiempo 2-0 y al volver al campo un doblete de Scaloni, y el último de Manuel Santos Aguilar con el tiempo cumplido. Fue el día de la primavera de 1997, para florearse. El entrenador armó este once: Bossio; Testa, Ramos, Rojas y Scaloni; Ledesma, Zapata, Aguilar, Tagliani; Furiga y Román. En el banco Andersen, Alayes, Catán, La Grottería y Villarreal, “El Negro” o “Villita”, aquel de Boca, que entró rápido en lugar Tagliani —minuto 26—.Lionel puso el 3-0 y el 4-0 ante el arquero Aceval. Esa tarde entró a defender otro joven a punto para profesional, Agustín Alayes.
Un cielo celeste, con esos guerreros de camiseta blanca, líderes del campeonato en total soledad.

Scaloni tuvo roce internacional con la Supercopa. “Enfrente tenemos a equipos de experiencia y tenemos que salir a jugar fuera del país. No nos podemos apresurar, hay que ir paso a paso. El objetivo es tratar de hacernos fuertes en nuestra cancha para sacar la mayor cantidad de puntos posibles y después ver que pasa de visitante. Más allá de no haberle ganado al Gremio en nuestra cancha seguimos primeros junto a Peñarol, la ilusión de la clasificación está. Todavía no jugamos fuera del país”.
El bajón del equipo fue pronunciado y llegada la fecha 15ª, al caer con River en La Plata (0-2), el referí Castrilli anunció el final y en vestuarios se anunciará otro… “Prefiero no continuar”, se oyó de los labios de Córdoba, que en la siguiente fecha sufrirá ante el Central de Miguel Russo, su ex compañero y ex amigo, cuyo equipo lo despachó con un 0-4 y en La Plata.
Al siguiente partido, el lunes 15 de diciembre de 1997, Scaloni se despedirá jugando de visitante en el estadio de Ferro. Un triunfo albirrojo 2 a 1 que, con el tiempo, el periodista Osvaldo Príncipi (relator y especialista en boxeo, fanático estudiantil) reconoció que “al finalizar el partido nos encontramos con la familia Scaloni, yo estaba con mi padre y mi hermano, y fue la primera vez que un jugador me regaló la camiseta”. Esa 18 que mostró el año pasado en la pantalla de TV.

Se cerraban ciclos y se abrían otros. Se iba Córdoba y le tocaba empezar a Patricio Hernández. En la presidencia, se retiraba Daniel De la Fuente y tomaba el cargo en una muy difícil don Edgardo Valente.
De los “Pekerman Boys”, como le decían, un total de diez sobre dieciocho jugadores del plantel juvenil, llegaron a jugar en la Selección Mayor; y ocho lo hicieron en una Copa del Mundo: Lionel Scaloni, Esteban Cambiasso, Leandro Cufré, Leonardo Franco, Diego Placente, Juan Román Riquelme, Walter Samuel y Pablo Aimar (actual ayudante de Scaloni en Qatar 2022). Los que no jugaron mundiales pero sí fueron convocados a la Mayor fueron el tandilense Bernardo Romeo (4 partidos y un gol en la Mayor) y el berissense Sebastián “Chirola” Romero (un partido).

Hoy, Córdoba transita los 65 años y recuerda un contacto reciente con Scaloni antes de concentrarse en Qatar. “No te gusta que le digan la Scaloneta, y está muy bien, la figura son los jugadores. Lo cargaba por ahí. Por otro lado le dije que era un Irureta Ilustrado” (por Javier Irureta, el técnico que tuvo en Deportivo La Coruña). A su vez, públicamente, Scaloni lo colmó de elogios: “Córdoba era un adelantado en esa época, jugábamos diferente al resto”.

Todo tiene su comienzo, su razón de ser. Todo tiene su evolución, cuando se trabaja con el máximo de las capacidades. Ojalá que aquellos soñadores de 1997 terminen en la gloria, unos 25 años después…
A esta nota, nos gustaría terminarla con la foto que usted está pensando ver mientras espera el partido de Cuartos de Final.

Por Gabriel Alejandro López
Twitter: @cololopez74

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