“¿Hoy es feriado?”, preguntó el relator de una de las señales televisivas. En su concepto, muy poca gente, claro, pero debería agregar algunos asteriscos, van éstos: (1) ¿Qué se puede esperar un lunes a las 16.30 cuando la prole futbolera trabaja? (2) ¿Vio que la señora Asociación ha colmado de fútbol todos días de todas las últimos meses?
Los que se ríen y salen a la cancha son los futbolistas, quienes sí trabajan de esto. Pratto y Andujar encabezan la salida simultánea. El Oso es grandote, pero al lado del arquero parece un duende.
¡Oh, camisetas velezanas, inspiradas en la bandera de Italia! La idea de fundar Vélez Sarsfield fue de un grupo de jóvenes que para protegerse de la lluvia en los partidos callejeros se refugiaban en el túnel de la estación Floresta del ferrocarril Oeste. La primera camiseta fue blanca y luego una azul, pero en 1913 adoptaron los colores de la bandera italiana: tricolor a rayas. Años después decidieron renovar el vestuario y un tendero del barrio les ofreció a buen precio un equipo blanco con la V azulada, que habían encargado jugadores de rugby y que nunca retiraron.

El resultado quedó exagerado durante los últimos tramos del partido donde Vélez anotó tres tantos

Liniers, el barrio donde vivió don Osvaldo Zubeldía. Historia pura de la ideología que adoptó el h hincha de Estudiantes de La Plata. Mientras dirigía a aquel campeón, la camada más ganadora del club, siempre se hacía un tiempo para tomar un café con los amigos de Vélez, el club donde jugó y además fue socio. Me abre el apetito memorioso el ver el cartel electrónico donde trabajó varios años. ¿Sabe en qué Bar o Café se reunían Zubeldía con sus ex compañeros de Vélez, Ferraro, Mendiburu, Conde, López Espinosa, ex goleador (amigo de don Osvaldo) estuvo muchos años a cargo del cartel electrónico. Cuando Zubeldía pasó de Vélez a Boca, López Espinoza subió al primer equipo y a meter tantos goles que hoy está entre los tres máximos goleadores de la V.

Vélez de 1951. De pie: Rugilo, Curutchet, Allegri, Ruíz, Scrugli, Ovide. En cuclillas: Napoli, Mallegri, Russo, Osvaldo Juan Zubeldía (con la pelota) y José Menendez (foto: Archivo de Vélez)

Y los goles, la verdad del fútbol, será como una lluvia que agarró sin protección a Estudiantes en las fechas subsiguientes a la salida del técnico con el que convivieron casi dos años. Vélez trabajó la salida de un “autbol”, la bola va directamente al arco y se desvía en la muñeca del paraguayo Morel. Penal. Gol de Janson. Ahí en el arco del cartel electrónico para que anoten el 1 a 0. Además de los dos penales del partido con Huracán, siguió el castigo al empezar este partido bravo. Seis penales en contra en todo el torneo, y la mitad de ellos en pocos minutos.

Lucha de titanes. Morel quiere salir pero Pratto se le arroja licitamente para molestar al paraguayo (fioto: Prensa de Vélez)

El fútbol es anímico. La cabeza manda a los pies. Y Castro (el de Estudiantes) se pierde un gol cantado a dos minutos de “reiniciada la brega”, como escribían los periodistas de antaño. Quedó tan ciego de la bronca que tras el cabezazo defectuoso ni siquiera vio la mano (mano penal) del defensa de Vélez.
En la siguiente, el otro Castro (el de Vélez) encabeza la furia ofensiva que deja a Andújar, en ese arco donde ya montan un escenario, como el líder de “tres salvadas”, primero el poste, al instante un rebote y la pierna de Mariano, y la yapa que rechaza con otra pierna… Días pasados, Alberto Poletti (el arquero del campeón mundo) explicaba que lo más difícil para un arquero es responder con las piernas, es donde más frágil está el arquero, por donde se meten con mayor facilidad por una cuestión de lógica corporal, “el arquero tiene el pecho y los brazos arriba”. Y lo dice El Flaco, que en un momento revolucionó el arco del fútbol, a la altura de Amadeo Carrizo. Dicho sea de paso, el Pincha jugó su primer partido oficial luego de la conquista en Inglaterra en este estadio de Vélez, cayendo 3 a 0, fruto del desgaste. Vaya el recorte como testimonio.

Lunes 28 de octubre de 1968, página de deportes de “La Nación”, Estudiantes pisa el césped del estadio de Vélez, recibido como lo que llegó a concretar hacía 9 días: campeón Interncontinental

Faltan treinta… Adentro Piatti y Rolheiser. Pero esos treinta serán inolvidables para uno y archivables (para recuperar la memoria) de los otros. Después del 2 a 0, de Osorio, se derrumbó como un castillo de naipes ese Estudiantes que, tal cual dijo Ernesto Francisco Scrivano, ex dirigente del Fortín, “pensar que hace dos meses éstos eran los mejores equipos de la Argentina, más Estudiantes que Vélez”. Entraron dos tantos más, de Ortega y otro de Osorio, llevando el scorer a una diferencia exagerada y un gusto feo en el hincha, porque a nadie le gusta perder por goleada y otra vez en la Capital, donde venía de recibir tres (en Patricios) y cinco (en Nuñez).

“Pancho” Scrivano, italiano, uno de los tantos inmigrantes que encontraron otro hogar en el fútbol argentino. Fana de Vélez, club donde fue directivo y está siempre activo.

Volviendo a este buen hombre, a “Pancho” (en Caballito, su barrio, y por supuesto en Liniers lo llaman así, aunque en su tierra natal los Francisco son “Chicho”) siempre cuenta que cuando allá por 1999 entró a trabajar en Lotería, al venir a La Plata, sentía que “los clásicos son mas fuertes que un Boca-River”.
A otra cosa. El León, con esta nueva generación de jugadores, le queda una ficha y será la que apostarán en 1 y 57 con Godoy Cruz. La despedida al 2022 tendrá que estar a la altura del laburo, el de todo un año. Semana para trabajar la resiliencia, personal y grupal. La clasificación a la Sudamericana todavía está latente. No será la otra Copa el pasaporte que codiciaban todos, pero también importa. ¡A trabajar, muchachos! Como les canta la gente en cada ritual del reencuentro del Dios futbolero que sigue moviendo al país (incluso con tanto partido puesto en la semana), “… acá en Estudiantes hay que laburar, como nos enseñó Zubeldía, oh, dale León, dale León…”

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