Lo volvimos a ver
Ahí va Gimnasia, con sus locos cuerdos, hinchando por un objetivo, perseguidores del sueño, tesoro que abrió algún familiar que ya no está hace tiempo.
Ahí va contra San Lorenzo y los 26.300 socios que pudieron, que dijeron “vamos” pero con mucho esfuerzo y no por ser un horario incómodo, sino por los públicos sucesos. Entre los que van está Leandro Martini (el de la dupla con Messera) que alguna vez se cambió en un vestuario con César Regueiro. “El Lolo era un tipo espectacular. Nos unía la Villa y Gimnasia, el pueblo. Creo que me quería mucho y el cariño era recíproco”, dice el rubio ex DT, con tristeza, implorando por justicia, por lo que no debe suceder en un espectáculo y porque la familia está ahí, con el hijo mayor Sergio Gustavo Regueiro, “la última vez que hablé con Lolo fue hace un tiempo largo, por chat, quería que probemos a su hijo”.
Ahí va Gimnasia, con su gente que en algunos casos los tiene con barbijo, tal vez por el miedo a que… alguien enloquecido desate otro escándalo. Delante de esta platea de antigua data le brillan los ojitos negros a “Lolito”, lleva su dolor y una camiseta Alejandra y no se puede contener más un llanto uno de los hermanos del desaparecido.
“Sacame una foto, vos Halcón, dale, una foto más” le pedía el Lolo a don Alberto Palacios, uno que caminaba cuanta cancha de fútbol infantil haya en La Plata. “Era un comprador compulsivo de fotos, en el hipódromo, en el corso de Tolosa (calle 2 entre 528 y 532), donde nos veíamos me pedía que le saque una. Tenía alma de líder. Un tipo generoso, me invitaba a comer y eso que era una familia numerosa”.
Ahí va Gimnasia, por un gol que desplace la angustia a afiliado del afecto, al que comulga con el club; el día anterior, agrupaciones, filiales y toda causa social enfundada en azul y blanco se juntó en el “Juan Carmelo Zerillo” para tratar eso que siempre queda pendiente, el estar unidos. “Hablábamos de Lolo, era bien gimnasista”, dice Alejandro Adgi Romano, nieto del recordado “Perico” Adgi Romano, aquel profesor que fue un alma silenciosa, pero vital, para la unidad política de 1983. Coincidían que ese muchacho de tablón, el obrero que gritaba por el Lobo, que se ganaba la vida arreglando calles, manejando un camión municipal, el del comedor comunitario, el hijo del viejo Regueiro, peronista y tripero, realmente duele. Porque fue tan cruel, pero porque después de la pandemia no cabía en el alma una pérdida más, saturados de luto.
Ahí va Gimnasia, remándola en un duro primer tiempo, incluido el gol anulado a los 21 a Leo Morales. Pucha, Boca ya gana en Junín, pero Gimnasia va… Como en esta vida le enseñaron, si te caes te tenés que volver a levantar, con valores.
Hoy le debe faltar un goleador como tenía el Regueiro DT en la cancha chica, Sebastián Di Biasi, ese que con 34 años hoy recuerda que hacía 4 goles por partido. “Cada vez que nos cruzábamos con el Lolo, siempre hablábamos lo mismo… de la categoría 88 de Círculo Tolosano y que el encargado del buffet, un papá, él y yo, habíamos hecho un acuerdo de que me compraban un paty por cada gol que metía! Yo tenía un hambre atrasado porque metía tres o cuatro goles por partido, jajaja. Ese Lolo era espontáneo, medio a lo criollo te demostraba la forma de querer. Yo soy de Boca, pero está todo bien con Gimnasia”.
Gimnasia va, pero San Lorenzo está firme. La hinchada está tensa, pero se comporta. Demasiada presión en torno al fútbol y mil historias de haber estado cerca y no poder. Hace tiempo que ahí atrás del arco del Bosque gritaba Oscar Barraza, “El Toro”, que además dirigía la batuta en El Cruce, una de las hinchadas que más gritaba en las tardes de Liga Platense, cuando parecía que llevaba mil personas por lo que se hacían escuchar, pero eran cincuenta. Eso le gustaba a El Lolo, por eso lo pensó cuando el Toro y los entrenadores lo llamaron para jugar en el equipo de su barrio, Ringuelet. Ese lugar es la cuna de los Regueiro, “pero te voy a aclarar que Lolo al final no vino a El Cruce como pusieron por ahí, sí jugó un hermano, Juan Domingo Regueiro, un delantero. ¡Toda gente buenísima! La última vez que lo vi fue en un partido solidario para ayudar a un jugador accidentado. Eso era él, solidario, bonachón”.
Ahí va Gimnasia, con su equipo corto y su esperanza grande; con los duendes de las leyendas que se ven en las banderas (colgadas al revés en señal de protesta y el clamor social de justicia para los damnificados por la represión policial). Con el genio de sus hinchas, como Alejandro Nuñez, presente otra vez con sus tres stents en el corazón y zafando el jueves por esas cosas de que no se tenía que ir… Lo reanimaron en la tribuna. “La campanilla de la garganta se me desinflamó recién ayer” explica. Seis días después fue al ritual de cantar con su hijo, “por el Lolo, porque fue un padre de familia, porque Lolo podíamos ser cualquiera. Una vida humana no vale un campeonato”.
Una vez ese Lolo se fue en excursión hasta el Paraguay, movilización por Copa Libertadores, la primera vez que Gimnasia la jugaba y veinte años después quiere volver: ¿2003 – 2023? Todavía está adentro en la tabla acumulada. Aquella vez la policía reprimió mucho y mal. Olimpia-Gimnasia, allá en un país que tiene una parte limítrofe con el Chaco, donde nació la mamá de Lolo.
… Y Gimnasia va, pero en una contra San Lorenzo demuestra que también puede. Colazo bajó a Vombergar, tiro libre azulgrana y tarjeta roja para el hombre local. De allí viene un centro que el paraguayo Bareiro dibuja en la red. Los guaraníes y esa habilidad, el salto acrobático que tiene raíces en las canchas malas, que obligan a jugar por arriba, y que en este milenio tiene ágiles practicantes de “piki voley” (voley con los pies, muslos, pecho, cabeza, hacen maravillas en el aire como ese Bareiro).
Cierta vez, a un chico que le habían robado la bicicleta, el Lolo ofició de guardián; circunstancialmente estaba en el lugar del hecho (las calles de su vida) y salió a buscar al “descuidista”, se la quitó y la devolvió al dueño. Lolo era así, y en su ser emanaba un deseo muy grande, que transmitía en el mano a mano: “no te pierdas”, “hablame”, “cuidate”, para quien podría haber perdido el camino. “Tenía alma de líder”, afirman. Jugar al fútbol permite tener códigos para manejarse en el amplio y adverso campo de una existencia.
Uno de esos pibes que jugaban para él lo vio por última vez en 122 y 60, mientras le cargaba nafta a una camioneta y llevaba a unos perros galgos en el baúl porque habían prohibido esas carreras… Pasiones del Lolo, como también fueron los caballos pura sangre, las veladas de boxeo y la música popular. Recuerdos de mi paso por un diario y los años de fútbol infantil. Figuritas en las que aparece Regueiro, que hizo docencia en dos instituciones: Círculo Tolosano y ADAFI. Entre los chicos estaba Santiago Sommariva, figura de Villa San Carlos campeón de Primera “C” 2008/2009 (por primera vez en la historia) y luego transferido a Defensores de Belgrano donde tuvo de compañero a Ariel “Burrito” Ortega. Hoy Santiago es kinesiólogo y fisiatra.
El último club donde estuvo Lolo, en carácter de abuelo feliz, es en Ateneo Popular, donde hoy lo hacen dos nietos: un hijo de Kathy y otro de Juli.
No recuerdo con precisión cuándo fue la última vez que nos vimos físicamente. Tal vez pueda ser ésta. Año 2005, 11 de diciembre, a dos fechas de un Gimnasia que podía llevarse el torneo, contra Newell’s, cuando el paraguayo Justo Villar se atajó todo. La noche previa la gente sembró la zona del Bosque de banderitas, el precio de la entrada muy cara, gente afuera, entre ellos mi papá que en la zona del Monumento a Mitre, buscaba comprar un ticket, alguna reventa. Ahí me crucé con mi viejo y con Lolo, un flash, yo laburando con mis notas sobre los hinchas, el folklore, lo místico. Lolo ya estaba muy gordo, “este jugó en la Liga Amateur, pa”. Diez años antes jugaba con la 10 de Unidos de Olmos una final contra Everton, en Primera. Esa 10 que transpiró en Olmos y un tiempo después del “Lolo” la luciría Lucas Armando Lobos, que esa tarde de 2005 ya era ídolo de la Primera del fútbol argentino.
La vida es una película y pasa rápido. Te dan ganas de volver a pasar partes, pero sigue, no se detiene. Las escenas se agolpan. La escuela de vida que encontré en la meditación milenaria del raja yoga me enseñó a capturar momentos, apreciar los momentos, y cuando un ser parte recordar los regalos (instantes bellos) que compartió. Seguiremos limpiando todo lo que el amor tiene de apego por querer volver a verlo, hasta que el recuerdo solo sea amor. Mientras, van a pasar torneos y él estará aquí en esta cancha y en una canción, eternamente. Hasta que un día se pueda decir que los Regueiro están mejor.