Es la vida cíclica, a la noche le sigue el día inevitablemente. El invierno muta en primavera y el lunes sale un brote de fútbol entre Estudiantes y Defensa. La ciudad pendiente de la definición de un nuevo campeonato. Estudiantes en su meta “copera”, de la que lo desvió Paranaense (a 90 minutos de ser bautizado por las aguas de un título de Libertadores cuando dispute una sola final con el Flamengo en la altura de Ecuador). Desde que se fue de la mente aquella noche triste, en el césped del “Jorge Hirschi” vinieron vientos de cambio. Esta fecha ponía frente a frente a dos equipos con inminente cambio de entrenadores. Los visitantes dicen adiós a Nicolás Diez (aquel campeón del Mundial Sub 20, cuando en Malasia 1997 jugaba con Aimar, Riquelme, Scaloni y Bernardo Romeo) dejando el cargo apenas se escuche el silbato final del árbitro en La Plata (ya llegó Vaccari). Por su parte, los dueños de casa deshojan la margarita en septiembre pensando en el sucesor de Zielinski. Todo tiene un principio y un fin. Se mueve en círculos grandes y pequeños, y en el fútbol también, con una clara representación del juego de la vida cuando se arma “el loco”, el clásico e informal picado previo. ¡Qué tiempos aquellos cuando había Reserva! Y ni hablar cuando se jugaba Tercera, Reserva y Primera, en cuyo entretiempo ingresaban los chicos a hacer piruetas con la pelota.

Ya no hay túnel de 55, pero así y todo el pasado vuelve, por otra puerta… La de los sentimientos humanos que rescatan valores. La Voz del Estadio informó sobre un nombre “familiar” presente en el estadio, Abel Ernesto Herrera, el “Titi” (sin acento), jugador que desde su retiro en 1988 se quedó con la cifra más elevada de partidos disputados en primera división. El Estudiantes que tuvo al Enano entre los campeones del 82/83. Imposible verlo pero de saber que está ya se dibuja una sonrisa, se adivina una proyección de área a área en un pique de pelo largo y un retiro como gran capitán. Cuando era chico vivió en la cancha, sin embargo, nació en Avellaneda, se crió en Quilmes y hoy es ciudadano del Partido de La Costa. Andaba por la zona baja, sobre el edificio de avenida 1, intercambiando apretones de brazos y quedándose con una señora plaqueta que entregó la Fundación Estudiantes, que invitó a Herrera y a unos sesenta pequeños de la Escuela de Fútbol llamada Estudiantes de La Costa. Desde allá vinieron. Y desde el lunes quedaron grabados en el alma de esos chicos una muestra del fútbol de Primera.

Abel Herrera, recordado y respetado, por su forma de ser y por los años que vistió los colores en Primera. El lunes recibió una plaqueta de la Fundación Estudiantes

Parece bella la vida que lleva el ídolo, del jugador famoso. Sin embargo, los costos de ese beneficio vienen desde la tierna infancia, sacrificada por esta carrera; vocacional, sí; pero laboral, cada vez más demandante de horas y días de entrenamiento, y de estar sujeto a mil vicisitudes. Y si quiere agregar una complejidad, están los ciclos (de cuerpos técnicos), las rachas del equipo y la siempre impredecible pelota.
¡Mirá si entraba ésta para el equipo del “Ruso”! Emanuel Mas (no es familiar del “Pinino” Más) metió taquito, calzándola de aire, y el “uuuhhhh” decía que por centímetros dio en la red, pero del lado exterior…. Hubiese sido otro gol de lujo como el de Boselli, en versión de distinta resolución con el pie, cuando aquel taco fue a rastrón y le desvió la trayectoria al arquero.
Pero el encuentro tendrá muchas lagunas donde el toque no se dará como quería la cabeza. Como dijo Osvaldo Papaleo, periodista histórico, hincha a rabiar del León, “usted no sabe lo difícil que es jugar con los pies; aparte, las piernas es lo más inhábil del ser humano, que tiene mejor dominio de sus manos que de sus piernas”.

La defensa de Defensa fue una de las razones por las que Estudiantes no alcanzó el objetivo. (Foto: Eva Cabrera – Agencia Telam)

Cuando Defensa y Justicia le metió la bocha a Andujar (tiro potente de Adonis Frías, como si le hubiese entrado con un palo de hockey) se hizo presente algún reto, una mala cara, como cuando el lunes entra algún jefe enojado a alguna fábrica, oficina o despacho. Pero en la capital bonaerense, vendría otra diablura de los de Florencio Varela, que anotaron el 2 a 0 a los 11 minutos del segundo acto (segunda llegada, segundo gol). Para ellos, iniciándose la primavera, esta victoria puede significar el próximo verano jugando la Copa Sudamericana.
Como un buscador que debiera echar mano a un guía, afuera me tienta preguntarle a otro ex futbolista que pasa a unos metros, Daniel Fernando Peinado, quien apuraba el paso tal vez en busca del sector baños. Un mediocampista que pasó mil y una jornada de remontar resultados adversos desde que en marzo de 1987 debutó contra Boca, a los 19 años. El “Chivo” está igual, y es referente de la categoría ’67 que fue invitada junto a la ‘66. Entre los presentes, Gonzalo Casiano, Daniel Cincunegui, Néstor Furtado, Damián Marzano, Adrián Robles, Mariano Rodríguez, Sergio Romeo, Guillermo Avaca, Pedro Bazán, Alejandro Busi, Alejandro Creuso, José Dolcetti, Guillermo Jasauskas, Walter Lecce, Sergio Lema, Claudio Magnífico, Martín Mansilla, Martín Mattano, Marcelo Mojavick, Juan José Nievas, Sandro Rey, Fernando Rossi, Carlos Ruíz, Marcelo Salinas, Daniel Urquiza y Daniel Peinado.
La iniciativa de estar en el Estadio es parte del programa que los convoca a seguir unidos, y que a fin de año se coronará en el Country con el asado y el torneo relámpago. Dicen que todo empezó cuando se chicanearon Rubén “El Mago” Capria con Gastón Gianlonardo y Darío Postiglione.  “¿Cual de las categorías está mejor?”, dijo uno. Al rato, Sebastián Verón propuso el reto : “La única forma de saber qué equipo está mejor es jugando, ahora, así como estamos”.

Estuvieron de fiesta. Ex jugadores de la 66 y la 67, en pleno campo de juego, previo al inicio del partido. La bandera rinde honores a un maestro que los dirigió

Con el gol del descuento de Mauro Boselli, “con la cabeza”, a treinta para el final, hubo un haz de luz para ir, un camino obligado, un teorema a resolver cuando la sangre bulle; 7 partidos que no conocía la derrota a domicilio, con 4 triunfos consecutivos. Así fue que el crédito estaba abierto y se metieron Piatti, Rollheiser y Díaz, para reforzar el deseo. Otro cabezazo pudo ser, pero impactó en el travesaño. El arquero rival también juega y está en una de esas noches: Unsain. Así como usted mientras lee esto, están sucediendo muchas cosas a lo largo de los caminos neuronales, con millones de neuronas involucradas en el proceso, de la misma forma los once que están adentro interpretaban en cada avance cómo dar con el empate. No es fácil. “Y el Pincha está impreciso”, me dice “Coni” Nievas, aquel guerrero de la 67, que conocí metiendo en terrenos del ascenso. El cerebro manda la información a las piernas y de pronto “ve” que se puede cuando la visita está con uno menos y la revolea lejos. “Son momentos, fue frase de Miguel Russo en la vuelta a Primera allá por 1995. Y son momentos únicos los reencuentros con otros pichones de crack que pasaron por inferiores, Sebastián Massa, el “Cabezón” (un cinco que solía meter más que Mascherano), Leandro Carrera y Darío Silenzi, quien llegó a ser de Primera una noche de diciembre de 1996 contra Huracán, un 3-1 en que el Pincha sopló al Globo con goles de Furiga, Azconzabal y Scaloni.

Leandro Carrera, Darío Silenzi y Sebastián Massa, todos de la ’74 Pincharrata, acompañados por Gabriel “Colo” López, periodista de este medio

El pitazo del referí llevó de pronto al presente. Derrota que sabe agria y el fútbol reflota el axioma de “la verdad son los goles”. Los de amarillo pudieron hacer dos, uno más que los albirrojos, cuyo “acceso” a la Libertadores todavía está en veremos. El domingo a las 20.30 habrá en Tucumán uno de esos cotejos que requieren máxima atención. El pincherío apoya la cabeza en la almohada y sueña. “Ya no se gana con la camiseta” dijo su entrenador antes de partir. Solo el destino o Dios saben si lo espera un buen final de ciclo, una salida la que festejaba Diez.

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