Perderse en el bosque del Monumental
Desde que el Monumental era “La Herradura” que no fue tan apto para el once de Gimnasia. Los notables cracks de La Banda Roja siempre tuvieron la puntería afinada de algún ídolo… Desde un tal Peucelle, el hombre por el cual recibieron el mte de “Los Millonarios” (al comprarlo caro para la época, pero en pesos argentinos). De paso, algo de idioma para el comentario para VIVE. Casi cien años después de sus goles se lo pronuncia con fonética italiana de “Peuchele”, pero su apellido no es de origen italiano sino francés, y la lógica aconsejaría que se lo llamara más o menos así… “Pucel” o “Peucel” (con la e y la u más o menos en conjución). Pero el hincha suele hacer ley lo que es costumbre, y no lo cambiará.
El Monumental no fue benevolente para el Tripero ni en los 30 ni en los 40 ni tampoco en los 50, cuando el 28 de octubre de 1951 se vio un récord de un tal Alberto De Zorzi que dejó azorados a todos, 3 goles en 3 minutos (River tenía arriba la línea de Vernazza, Pizzuti, De Zorzi, Labruna y Loustau).
La mala onda se cortó el domingo 8 de julio 1961, el primer triunfo del Lobo, que seguía siendo Herradura (porque no estaban completas las tribunas como se vio después). Diego “Paco” Bayo metió el 1 a 0 en la fecha ocho (eran torneos largos). Al año siguiente Gimnasia le compró a River a Alfredo “El Tanque” Rojas y nació el equipazo de El Lobo de 1962, que en la fecha 15 vuelve a ganar 2 a 0 de visitante, con un grito de Rojas y otro de Prado. Pero todavía no recibió el mote de la fantasía infantil hasta que se jugó la fecha 22, y antes de recibir a Boca, el dibujante del diario El Día, Pilo Trouet (a quien entrevisté y me autografió un dibujo original) reemplazó al típico Carnicero que chorreaba sangre en sus ilustraciones domingueras, por este licántropo. Esa tarde la gente fue a la cancha con el diario recién impreso y empezó el Dale Lobo, Dale Lobo. “El Tanque” Rojas volvió a bombardear a River en 1964 (1-0, último gol con esta camiseta).
La década del setenta tuvo otro cimbronazo en este terruño de Nuñez cuando un viernes pero de marzo y con lluvia torrencial, a los 7 minutos Hugo Orlando Gatti le atajó un penal a Alonso. Y después convirtió Eduardo Marasco para dejar el resultado 1 a 0. Marasco fue verdugo del Millo, metiendo tres goles más en este lugar único.
La gente llega al Estadio, despiértese periodista y vea la formación. Así la publica la revista 1986, partidaria del local. Equipos. RIVER: 1 Armani; 20. Casco, 23. Mammana, 6. Martínez, 29. Gómez; 5. Zuculini; 31. Simón, 27. Aliendro, 8. Palavecino, 11. De La Cruz; 18. Beltrán. GIMNASIA: 17 Rey; 6 Enrique, 4 Morales, 3 Giuffrey, 18 Colazo, 10 Aleman, 30 Agustin Cardozo, 5 Emanuel Cecchini, 11 Ramón Sosa, 43 Erick Ramírez, 15 Soldano.
Scaloni, DT del seleccionado, con palco reservado, pero horas antes no tuvo que andar tan incógnito porque fue de visita a La Rural, en Palermo, cerquita de la cancha donde vería a Armani., Entre empresarios del agro comparó los campos: “Siempre hay que tratar de mejorar; ir para adelante. Así como el campo mira las innovaciones para ser más eficiente, en el fútbol es igual: intentar hacer las cosas cada vez mejor, corregir errores y mejorar”.
El fanático mens sana se agarra al sillón de su hogar y piensa en no alejarse del primer puesto, y de hecho podía terminar el domingo en la cima, si esos 16 puntos sumados a los hipotéticos 3 lo acercaba hasta la morada de los líderes con 19, Argentinos y Atlético Tucumán. Hasta que le agarró el ritmo al partido, sufriendo de los 15 a los 20 minutos, el Lobo de Gorosito logró controlar al de Gallardo, que abría los brazos pidiendo mejorar. ‘¿Qué hacen?… ¿qué hacen?” “Esperaba otra cosa de River, pero hay mérito de Gimnasia también”, comentaba Fernando “Feno” Tartaglia por la radio Pública.
Todavía se extraña al “Araña”, Julián Alvarez, ya a punto para su debut en la Premier League, y de gran amistoso en México donde Guardiola colmó de flores al ex River: “Tenemos la sensación de haber contratado a un jugador joven para los próximos años y estamos encantados”, y para Gallardo también “por el trabajo que hizo y ahora nosotros tenemos el beneficio” (mañana Julián juega en Manchester City-Bayer Munich).
El tema acá es Gimnasia, que no puede progresar en el ataque, ahí donde vive una de las verdades del fútbol. Franco Soldano parecía el Llanero Solitario, allá, cerca de la bandera roja y blanca de “Solano”.
Y River en el Monumental siempre es River, por más racha alicaída. El DT bajó el mensaje… En los momentos malos sabe adonde ir. Atrás de eso, 72 mil almas alentaron y la rebeldía del equipo afloró en el gol: 42 minutos, Lucas Beltrán. Al pibe al que no le cabe que traigan jugadores de alto nivel y costosos incluso para la billetera de un Millonario.
Desde que no está físicamente me acuerdo cada vez de mi papá y de sus esfuerzos por darme todos los gustos. En 1985 me llevó a conocer el Monumental (River-Estudiantes) y en 1988 repetimos (River-Gimnasia). Era el estadio de la final de la Copa del Mundo, que por entonces ya llevaba diez años de su disputa. El domingo 24 de enero de 1988, según me entero después, hasta el doctor René Favaloro se acercó a la concentración tripera en un hotel de Constitución. Primero llamó por teléfono y el DT Ricardo Rezza lo invitó a que pasara a visitarlos. El cardiocirujano le hizo un par de indicaciones sobre los once que había leído en el diario. River empezó ganando con gol de Américo Gallego, pero la reacción del equipo fue feroz como la de un verdadero Lobo herido. Gambier y Russo pusieron el 2-1 antes del descanso. Y en el minuto 17 del segundo tiempo lo liquidó Mauro Airez (tenía más glóbulos rojos que el común de los futbolistas y “aire” para jugar 120 minutos de corridos en vez de los 90 tradicionales). La victoria 3 a 2 abrió el año y el ciclo Rezza. No perdería nunca de local en la temporada 87/88. “Cuando llegamos al Monumental los hinchas que estaban en el playón nos miraban y nos decían… se comen 3 o 4. Pero nosotros estábamos muy confiados”, recuerda Mauro, hoy radicado en Portugal. Qué tiempos aquellos. Ya pasaron 34 años, Griguol era DT riverplatense y el 8 Troglio, “numeración de corrido”, sin rarezas, y botines todos negros.
Segundo acto. Un equipo que no molesta, que no “muerde”, no es El Lobo. En su propia guarida, Rey era un custodio seguro y confiable, pero el empate quedó más lejos que Berisso. Nunca llegará a exigir a Armani, a quien fue a mirar el DT del seleccionado en este año de Copa del Mundo.
Vuelvo a prólogo. Hay que saber que los “veranitos” en este tipo de escenarios y ante potencias mundiales del fútbol son contados con los dedos de una mano. Solo en cuenta gotas, década tras década, aparece un batacazo gimnasista. Esta noche de invierno de 2022 no es como aquella noche de viernes del 5 de agosto de 1996 (nacía este diseño de camiseta que anoche lucieron), el 2 a 1 en otro campañón de Griguol, con el primer gol de Pampa Sosa en el fútbol, y otros gritos de Guillermo Barros Schelotto y de Enzo Francescoli. Le dejo los goles.
Ni mucho menos es aquella excursión de 10.000 triperos que mantuvieron la racha de 10 partidos invicto (9 triunfos y un empate) con goles fueron de Lucas Lobos (actual DT de la Cuarta albiazul) y dos de Gonzalo Vargas, descuento vía “La Gata” Fernàndez, el domingo 27 de noviembre de 2005.
La novena fecha no trajo sabor a luna de miel, pero a no perder la fe, eso que se tiene en mente y no se ve, la fuerza en las propias virtudes y el dicho que como un mantra sagrado recuerda al peregrino: “todo trae beneficio en la vida”. Archivados los 14 partidos de la fecha, sin festejos visitantes y nueve triunfos locales. “Recién empieza”, dijo Gorosito la fecha anterior. Claro que sí. Y además con River, usted sabe “Pipo”, muchas veces es cosa juzgada. Este River en la Era del Muñeco, que llegó a su casa con una camiseta con el número 400, enmarcada, fotografiada como un canto a la continuidad. River quedó en puestos de la Libertadores.
Con el colombiano Borja y con Solari entrando de refresco, en el tramo final el Lobo quedó condenado a ser Caperucita y acorralado en el mítico Monumental, como en el centro de un bosque que –salvo ocasiones ya mencionadas al inicio- suele ser un cuento conocido.